Capítulo XXV: La Gran Batalla de las Cloacas (parte 2)

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Cuando eres extremadamente grande, golpear a un oponente pequeño se vuelve una tarea difícil. Cuando ese oponente es mil veces más veloz que tú, se vuelve casi imposible. Esto lo sabrá cualquiera que haya lidiado con una mosca particularmente renuente a morir.

Ahora, cuando ese oponente no sólo es más pequeño y veloz, sino que además es capaz de matarte... tal vez deberías considerar la retirada .

Por desgracia, el Cazador de Ratas, en su estado actual, no estaba capacitado para una desición como esa.

Hasta hace un momento, su mayor y único problema relevante había sido Alice. Ahora, no sólo tenía que lidiar con ella completamente revitalizada, sino que cada que intentaba atacarla después de recibir uno de sus rayos, un disparo ígneo (que Christopher se había estado guardando muy bien) lo distraía, pero cuando intentaba librarse de esas molestas quemaduras (equivalentes a las de un cigarro para un humano), chorros de ácido que ardían como el infierno lo quemaban todavía más fuerte y, de pilón, un mago sin magia que revoloteaba como una mosca por el campo de batalla arremetía contra él de tanto en tanto y le cercenaba una parte del cuerpo con cortes más dolorosos que todas las técnicas anteriores juntas.

Por si no fuera suficiente, cuando parecía que estaba a punto de degustar la muerte de uno de esos molestos enemigos, era recibido por nada primero y por un ataque después. La furia que lo dominaba y su falta de raciocinio no le permitieron advertir la presencia de su rival más pequeña y quizá, si estuviera consciente de lo que sus poderes temporales podían hacer, más peligrosa.

Poco a poco fue perdiendo más partes del cuerpo y el ardiente dolor de los cortes le dificultaba cada vez más el moverse. Perdió una oreja, la cola, varios dedos de las patas y todas las chimeneas de su espalda que expulsaban gas tóxico y que eran su última línea de defensa ante la incapacidad de poner un dedo encima de sus enemigos.

No fue hasta que perdió su pata anterior derecha que se dio cuenta del terrible error que cometió, pero ya era demasiado tarde.

Incapaz de sostener el peso de su enorme cuerpo sólo con tres patas, cayó de boca al suelo y, antes de que pudiera levantarse, Christopher atacó con un proyectil helado que congeló su otra pata. Se retorció como un toro embravecido, pero apenas y pudo agrietar el hielo antes de que Alice saltara sobre él y le atravesara la espalda con un tajo como si quisera partirlo a la mitad. De inmediato se hizo obvio que su intención no era esa, pues, con el arma enterrada en su carne, liberó una descarga que comenzó a freir desde adentro a la bestia y, de paso, la dejó paralizada.

-¡Ahora! ¡Acábalo! -exclamó. El cuerpo del monstruo se sacudía con violencia por los espasmos involuntarios y mantener una descarga constante era un gasto gigantesco de energía, pero la líder no iba a soltarse hasta ver concretado el plan que, esperó, Ray pudiera entender.

-¡Entendido! -contestó él. Con una seña de su mano, Larry se abalanzó hacia la rata gigante y, mientras se acercaban, Ray se puso de pie sobre su lomo como un temerario motociclista para luego saltar. En ese momento, Alice detuvo la descarga, pero el Cazador de Ratas no tuvo tiempo de reaccionar, porque apenas empezaba a recuperarse del daño cuando un filo de obsidiana cayó sobre su cuello.

Ray aterrizó y, tras él, la cabeza cercenada de la bestia resonó contra el piso.

Unos últimos chillidos escaparon de su boca y su cuerpo se retorció por última vez antes de comenzar a evaporarse como si estuviera siendo sublimado. En pocos segundos no quedaba más que un hombre vestido de negro tendido en el suelo, inmóvil...

Y vivo... Más o menos.

Vivo, sí, pero derrotado, subyugado, indefenso. El cazador se había convertido en la presa. Ya no le quedaban energías para reconstruir su cuerpo, para invocar a su ejército de ratas o para transformarse en una versión colosal y monstruosa de ellas. Ni siquiera podía, por más que intentaba desesperadamente, arrastrarse hacia la oscuridad que lo había protegido por tanto tiempo una vez más.

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