Cuenta la leyenda que hace mucho... mucho tiempo, una tribu entera, asentada originalmente en la arida estepa, huyendo de una terrible guerra que había asolado a todos los pueblos aledaños, se vió obligada a abandonar su hogar.
Por días y noches incontables, los habitantes vagaron y vagaron por un desierto que casi parecía infinito; hasta que, justo cuando ya muchos habían perecido, y los restantes estaban a punto de perder las esperanzas, se encontraron, finalmente, con el lugar en el que podrían empezar de nuevo.
Un profundo y abundante bosque lleno de vida y verdor, en donde crecían las mejores plantas, habitaban los mejores animales y corría la mejor agua que nadie jamás hubiera visto.
Sin embargo, el recién bautizado Bosque Esmeralda guardaba algo más bajo su hermoso telón... Algo siniestro y macabro que era develado tras el ocaso:
Al caer la noche, el lugar cambiaba para peor... Mucho peor.
Y sus nuevos habitantes lo aprendieron por las malas.
Al desaparecer el último rayo del sol, tragado antes de tiempo por la espesura del dósel, el ambiente cálido y acogedor del bosque se transformó en algo tenebroso e inquietante, que hizo a los animales buscar refugio o de plano huir despavoridos hacia el desierto.
Y apenas unos instantes después, los aldeanos entendieron el por qué.
Cientos de monstruos, de figuras espantosas e indescriptibles comenzaron a emerger surgiendo desde las sombras. En poco tiempo, aquel bello lugar se había transformado en un sitio pesadillesco.
Rápidamente, los aldeanos emprendieron la huida, escapando de aquellas criaturas lanzándose hacia el desierto con todas sus fuerzas siguiendo el trayecto de los animales, quienes, en su lucha eterna por la supervivencia, habían aprendido que semejantes seres no podían salir del bosque. Algunos, tanto humanos como animales, lograron escapar, pero quienes no, terminaron devorados por las criaturas.
Luego de semejante cosa, lo lógico habría sido abandonar tan peligroso lugar, pero lo cierto era que la tribu no podía darse el lujo. La distancia que tendrían que recorrer para hallar otro sitio donde poder sobrevivir, o siquiera el hecho de si podrían encontrar algo que se le acercara a la prosperidad del Bosque Esmeralda era demasiado incierta, y ya habían perdido a muchos.
Se quedaron. Vivieron progresando durante el día y escapando al desierto durante la noche por un largo tiempo hasta que, un día, un misterioso forastero encapuchado, y que iba únicamente acompañado por un gato negro apareció en el lugar.
Nadie entendía de donde había salido aquel hombre ya bastante anciano, y su extrañeza aumentó cuando éste alegó poder ayudarlos. Ninguno de los aldeanos creía que semejante sujeto pudiese hacer algo contra las terribles criaturas.
Sin embargo, carecían de opciones, y no perdían nada con intentarlo, así que el jefe de la tribu concedió permiso al anciano para actuar bajo su propio riesgo.
Esa noche, todos salieron del bosque antes de lo normal, por petición del hombre del gato, para que pudiese preparar el ritual. Se quedó completamente solo.
Cayó la noche, y mientras los animales escapaban, los aldeanos observaron expectantes hacia la profundidad, tratando de visualizar algo. Durante horas, sólo escucharon el pavoroso aquelarre de los monstruos, y supusieron que el plan del misterioso sujeto había fallado rotundamente.
Eso hasta que, cuando el cielo comenzó a mostrar los primeros susurros de luz que anunciaban el pronto amanecer, ocurrió.
De la nada, un resplandor gigantesco de color blanco emergió cubriendo por completo el perímetro del bosque brillando tan intensamente que transformó la naciente alba en mediodía apenas en un segundo.
La luz era tan pura y cálida que resultaba casi curativo el simple hecho de contemplarla. Nadie daba crédito a lo que veía, pero no hubo siquiera tiempo, pues apenas unos segundos después de haber aparecido, su final fue marcado por una voz. Una voz benévola, pero potentísisma, que resonó justo antes de que la luz desapareciera.
Excomulgar, clamó antes de que todo terminara en cosa de un parpadeo, dejando al bosque en un silencio que más que sepulcral, era pacífico.
Y justo cuando el sol asomó sus primeros rayos a través del horizonte, desde el interior del bosque, emergieron el anciano y su gato negro, caminando como si nada hubiera pasado.
Agradecidos con el alma, todo el pueblo quizo celebrar a su ahora salvador; sin embargo, este se negó por completo, alegando que su mayor celebración debía ser vivir tranquilos en su Bosque Esmeralda.
Pero antes de que partiera para no volver jamás, el jefe de la tribu preguntó al anciano su nombre. Luego de responder, se perdió en la lejanía del desierto.
Y fue así como finalmente la tribu pudo asentarse sin temor en el Bosque Esmeralda, para acabar fundando la bella ciudad en la que ahora vivimos, y que, en honor al poderoso santo que la libró de la terrible maldición, fue bautizada como...
ESTÁS LEYENDO
El Libro de las Sombras
ParanormalLos libros son como ventanas, o mejor dicho, puertas a otros mundos. Eso nadie lo sabe mejor que un lector. Pero, ¿qué pasa cuando estas puertas rebasan la barrera de la imaginación para traspasar al mundo real aquello que parece únicamente habitar...