Capítulo XVIII: La niña del reloj de oro

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-¡No! ¡NO! ¡NO QUIERO MORIR AQUÍ! -Los gritos llenos de desesperación de Chris eran quizá audibles hasta lo más profundo de los túneles. Parecía que se iba a desgarrar la garganta mientras golpeaba con todas sus fuerzas la tapa de metal hasta que sus manos no resistieron más.

-¡Chris! ¡Por favor, cálmate! -Ali intentaba desesperadamente tranquilizar a su amigo, pero no se atrevía a acercarse por miedo a que tuviera una reacción violenta.

-Ali... ¡¿SI QUIERA ENTIENDES LO QUE ESTÁ PASANDO?! -El muchacho se giró hacia ella con las manos temblando e hinchándose poco a poco. También jadeaba de agotamiento-. Sé que no sueles usar la lógica, ¡PERO NOS ACABAN DE ENCERRAR AQUÍ CON ESAS COSAS! ¡ESTAMOS TODOS MUERTOS!

-¡Eh, cuatro ojos!, ¡quieto! -Ray se interpuso al ver como la condición del científico empeoraba cada vez-. Encontraremos a Diógenes, recuperaré mis poderes, romperé la puerta y todos iremos por una cerveza para el susto, ¿de acuerdo? Ahora mantén la compostura y vamos.

-¡¿Es que todos aquí están locos?! -gritó el joven científico con ira-. ¡Ni siquiera saben si ese viejo de verdad puede devolverte tus poderes! ¡Sólo es una especulación! ¡Y POR ESA MALDITA ESPECULACIÓN AHORA TODOS VAMOS A MORIR!

-Chris... -los ojos de Ali comenzaron a humedecerse al ver a su amigo cayendo en ese nivel de desesperación. Era la primera vez en todos sus años de amistad que veía al hombre de la lógica implacable totalmente quebrado.

Todo el grupo se quedó mudo. Miraban la apenas visible silueta del científico cada vez más cabizbajo, y oían su respiración agitada, casi hiperventilada. Soltando un sollozo, él caminó una vez más hacia la tapa de metal y dió un último golpe tan débil e inútil como lanzar una bola de nieve a un tanque de guerra, que apenas hizo resonar el metal, para luego dejarse caer sobre sus rodillas y, acurrucado en la pared, rompió a llorar.

-¿Cómo dejé que me arrastraran a esto?... Yo... no debería estar aquí...-dijo masticando cada palabra entre sollozos bastante sonoros-. No quiero morir...

Ali no tenía idea de qué hacer, estaba a punto de llorar también, pero Ray lo notó y la rodeó con su brazo para darle aunque sea un poco de consuelo.

-Suficiente. Es hora de poner orden aquí. -Alice estaba a punto de ir a ejercer su autoridad, pero, inesperadamente, Christopher le bloqueó el paso con su brazo.

-Yo lo haré -dijo con la suficiente presencia como para ahorrarse las formalidades. Alice asintió y el doble theiano de Chris se aproximó a su equivalente. Puso una mano en el hombro de su contraparte y lo movió un poco para intentar llamar su atención. No hubo respuesta.

-Hey, colega -lo llamó mientras volvía a zarandearlo suavemente-, ¡colega!

Un empujón que lo obligó a apartarse a pesar de su poca fuerza fue la única respuesta que recibió.

-Entiendo... -dijo con frialdad, y lo que hizo después dejó en shock a todos los presentes.

Con violencia, tomó a su contraparte por la ropa, lo levantó por la fuerza y lo estrelló contra la tapa para tenerlo cara a cara.

-¡Escúchame bien, remedo de clon mío! -gritó con la actitud de un auténtico soldado que tiene dificultades con un cabo en pleno campo de batalla-. ¡¿Sabes de probabilidad?!

-¿Q-qué? -el científico dejó de llorar en el acto por el shock. En su voz tartamuda ahora sólo se escuchaba miedo y confusión.

-¡Responde! ¡¿SABES DE PROBABILIDAD?! -gritó Christopher todavía más fuerte.

Chris apenas y pudo asentir. Sus pupilas estaban totalmente dilatadas y el color de su rostro se había esfumado.

-Bien, entonces te hablaré en tu idioma. ¡Si te quedas aquí lloriqueando como un niñito asustado, hay un cien por ciento de probabilidades de que tú y todos nosotros vamos a morir y nuestros cuerpos desaparecerán en los estómagos de miles de ratas infernales! -explicó Christopher con más violencia de la que Chris recordaba que se debía explicar la probabilidad. Todos miraban la escena incredulous-. ¡Pero si te levantas , enciendes esa maldita maquinita tuya y nos llevas hasta Diógenes hay una probabilidad, así sea de cero punto cero cero uno por ciento, de que salgamos de esta y puedas volver a tu mundito para llorar con tu mami! Entonces, ¡¿qué es lo más lógico?!

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