—¡No puedo creer que nos convencieras de hacer esto —reprochó Alice, gritando susurros mientras avanzaba en cuclillas sin emitir un solo sonido con sus pasos— ¡Vamos a morir si nos descubren!
—¡Y lo harán más rápido si sigues gritando! —contestó el mago sin llegar a un nivel de sigilo tan perfecto— ¡El Manto Invisible no anula el sonido!... ¿Verdad, cuatro ojos?
—No según mis cálculos —respondió el pequeño de anteojos redondos, mientras llevaba de la mano a su hermana haciendo un titánico esfuerzo para que guardara el mayor silencio posible.
—Ya oíste, ¡silencio! ¡Aprende de Wayde! —El mago señaló al chico de negro que iba hasta atrás de la especie de fila india que habían formado mientras atravesaban los pasillos vacíos del gigantesco palacio, en busca del lugar en el que el Gran Consejo se reunía.
La manera en que habían logrado entrar, más que sencilla (porque la acción lo fue, pero lograr llevarla a cabo no) puede de describirse como un tanto absurda. Básicamente, gracias a Christopher y su investigación de los poderes de invisibilidad de Wayde, se habían hecho de un invento bastante óptimo: una manta transparente que hacía invisible lo que estuviese cubriendo, pero al mismo tiempo permitía ver desde el interior a través de ella, de modo que simplemente tuvieron que ponerla encima de Larry y caminar todos agachados mientras él la sostenía, esperar el momento en que los adultos abrieran la puerta del palacio y entrar a su par.
Sin embargo, para no ser descubiertos tuvieron que evitar avanzar demasiado cerca de ellos y por eso acabaron por perderlos, razón por la cual desde hace más de dos horas (medidas con el reloj que siempre cargaba Christopher) se encontraban andando sin rumbo por el palacio que resultaba aun más gigantesco para ellos siendo solamente niños. Empezaron recorriendo un enorme vestíbulo lleno de estatuas más pequeñas de los personajes importantes de la historia, en donde había algunas que en la parte de afuera estaban ausentes, como la de un joven hombre de cabellos largos que estaba de perfil acompañado por un lobo y la de un hombre musculoso y alto que en sus manos llevaba dos guanteletes gigantes que probablemente habrían vuelto a sus puños un arma mortal; precisamente detrás de aquella estatua, muy bien oculta, estaba una rendijilla de metal que permitía ver al interior oscuro de un cuarto que parecía fungir como depósito de armamento antiguo, de ese se conservaba más por su valor histórico que por su utilidad en una guerra venidera, pero no pudieron descubrir la manera de ingresar, por lo que siguieron avanzando a una puerta a mano izquierda; detrás de ella encontraron lo que parecía ser una clase de salón comedor muy muy antiguo, tanto que la mesa era una pieza monolítica perfectamente tallada de la misma piedra de la que el suelo estaba hecho, hacia el final de esa sala (que como aparentemente todo el palacio, estaba vacía de personas) se encontraron con un pasillo lleno de puertas que no pudieron abrir, especialmente porque la última de ellas no tenía ni una miserable pista de cómo se abría, sólo era un rectángulo metálico en la pared; finalmente una de esas puertas, que sí pudieron abrir, los condujo a un pasillo altísimo con techo de bóveda, de suelo enlosetado con cuadrados rojos y negros y paredes de pulidos ladrillos grises, unidos con tal perfección que entre ellos no se podría insertar ni una hoja de papel. Dicho pasillo se curvaba alrededor de la pared, y más temprano que tarde el grupo cayó en cuenta de que en realidad se trataba de una circunferencia.
Sin embargo, en el muro no había absolutamente ningún lugar por el que siquiera se pudiera ver lo que rodeaba, ni una puerta para ingresar o una ventana para asomarse al interior, nada, nada más que los impenetrables ladrillos probablemente más anchos que una persona. Se mantuvieron así, básicamente andando en círculos hasta que un sonido hizo que Ray indicara al grupo, con una seña, que debía detenerse, y con otra, que debía guardar silencio. Todos obedecieron y en ese momento comenzaron a oír una voz, o mejor dicho, el eco apenas audible de una voz que hablaba a la distancia, y que el mago solamente pudo escuchar porque pasó por el lugar apropiado en el momento apropiado, pero cuando todo el grupo prestó atención, Wayde fue el único que pudo identificar de quién se trataba, más no lo que estaba diciendo.
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El Libro de las Sombras
ParanormalLos libros son como ventanas, o mejor dicho, puertas a otros mundos. Eso nadie lo sabe mejor que un lector. Pero, ¿qué pasa cuando estas puertas rebasan la barrera de la imaginación para traspasar al mundo real aquello que parece únicamente habitar...