Capítulo III: Que Comience el Espectáculo

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—¡No puedo creer que haya venido! —exclamó Alison, sorprendida por lo rápido que había traicionado su desición de no precipitarse.

Así eran las cosas. La curiosidad fue más fuerte y ahí estaba, frente a la puerta de aquel lugar cuyo nombre, Dead's Drink, brillaba con luz de neón verde acompañado del la también fosforescente imagen de un esqueleto bebiendo de un tarro; vestida de negro para, según su lógica, pasar más desapercibida. Por supuesto, en el bolsillo de su chaqueta llevaba la reina de corazones.

No había ningún tipo de fila o guardia, por lo que no tuvo dificultad en entrar, claro, luego de un juicio final sobre si debería hacerlo o no, en el que la balanza se inclinó terriblemente a favor de sí, ayudada por el peso extra de la cuiriosidad y el deseo por encontrar una respuesta al misterio. Un día había sido suficiente para que ella se convenciera sin miedo a equivocase de que definitivamente había un aire ominoso detrás de todo lo que estaba ocurriendo en Saint Lawrence.

Finalmente, al atravesar la puerta se encontró con un lugar casi vacío. De las sesenta personas que quizás podría albergar con su tamaño reducido, sólo había quince o veinte.

Esta escacez de gente, poco común en tiempos modernos, combinada con la ténue iluminación eléctrica apenas funcional y la decoración interior tan extraña hicieron que, al entrar, Alison sintiera, de forma inesperada, que había abandonado su tiempo, terminando de alguna manera en una posada de la Edad Media.

Lo cierto era que no era la única en pensar que el Dead's Drink parecía exactamente eso por las noches.

Algunas de las miradas allí presentes se posaron en ella al ingresar, incomodándola; por suerte, el interés de éstas desapareció en pocos segundos, por lo que, aún un poco insegura, se adentró y se sentó en una pequeña mesa esquinada, con vista perfecta al escenario.

Alison se mantuvo paciente contemplado el escenario que apenas era una tarima; cual fotógrafa que espera el momento exacto para capturar la imagen perfecta, hasta que algo interrumpió su estado de casi trance.

Una mano grande y tosca culla muñeca llevaba un brazalete de cuero negro con pequeñas púas de metal se posó con fuerza sobre la mesa. Al levantar la mirada, la chica se topó con un tipo que tenía aspecto de haber pasado por la prisión no hace mucho. Por su mirada y su sonrisa maliciosa, en conjunto con una evidente mala vibra, Alison supo al instante lo que debía hacer.

—Saludos, primor —dijo el sujeto burlesco—. Te veo muy sola. ¿No quisieras que te acompañe un poco?

—No. —dijo Alison cortante—. Estoy muy bien.

El sujeto frunció el ceño y apretó los dientes antes de hacer su segundo intento.

—¿Enserio? Te noto muy estresada. Tal vez necesites una copa o dos.

—No bebo, gracias. —respondió ella más cortante aún.

—¿Sabes? —comenzó aquel tipo ya un tanto molesto—. No me gusta recibir un no como respuesta de bellezas como tú. ¿Por qué no nos relajamos, vienes a tomar una copa conmigo y mis colegas de allá y dejas de hacerte la difícil?

Al hablar, señaló la barra, en donde otros dos tipos de no muy buen aspecto observaban a su aparente líder.

—¿Sabes? —comenzó ella. Después de un tiempo en la ciudad, había aprendido a tratar con todo tipo de personas—. No me gusta recibir insinuaciones de gente como tú, ¿así que por qué no te vas a beber con tus amigos y me dejas en paz?

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