Capitulo 3

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https://youtu.be/oNIZMOdKBEI?si=AtGtlv20cVu_fuN_

—¡Santo de los encaramados! —gritó en su mente la rubia al sentir la mano del castaño en tocar su codo. 

Candy volvió su mirada al rostro del joven realizando una pregunta muda mientras admiraba por primera vez de cerca a quien se había convertido en el dueño de sus suspiros e inspiración para las historias románticas que escribía. 

Delineó su rostro deteniéndose en su pelo negro, el cual estaba perfectamente peinado de manera informal, se veía como seda brillante y sus ojos azules eran aún más espectaculares a la luz del día.

La mirada del hombre la hipnotizaba, haciéndole difícil pestañear e incluso respirar.

«No es normal ser tan guapo, Es como un actor de cine», pensó mientras continuaba fija en sus rasgos.

—¿Quieres dejar de babear, Candy? —se burló de sí misma. Era un castigo ver su rostro de inmejorables facciones y no poder tocarlo.

El mejor Mr. Darcy para sus fic. Este era el hombre Perfecto, por lo menos en sus historias.  Debía de decir que desde el momento que lo conoció, sus fanfic se llenaron de un matiz más real, el era ese toque que hacía soñar a sus lectoras y a ella suspirar.

— Te he reservado la ventana. —Le informo como si se tratara de un acuerdo previo y mientras la rubia solo continuaba mirándolo cuál si fuese un espécimen raro de dos cabezas.

Ahora sí que estaba segura de que alucinaba o peor, aún se encontraba en una dimensión paralela donde el le dirigía la palabra. No podía creer que el le miraba y le hablaba a ella; durante todo este tiempo nunca le había dirigido más que un escueto "hola" y nada más.

No le salían las palabras. Se olvidó de cómo hablar. Solo era consciente del latido de su corazón en la garganta.

La voz desaparecía antes de salir. Las neuronas se habían desconectado, era definitivamente un apagón intelectual en su cerebro.

—¿Qué? —al fin pudo preguntar y entonces los ojos del castaño se posaron en una figura de pelo rojo que se dirigía a ellos como un tornado, arrastrando todo a su paso.

Miró, la enorme mano bronceada y de estilizados dedos largos y que se mantenían tocando su piel, era digna de un artista.

Le ardía el brazo.... Y no era fuego.... Era más fuerte. Subió la vista a los azulísimos ojos de Terry, analizando la mirada casi suplicante del joven magnate.

Sabía que 5 horas y medias con Elisa tratando de meterse en sus nervios no era parte del plan del inglés. 

—Sí, está bien—musitó en un hilo de voz, entendía ahora el porqué el le había hablado y para ser sincera, ella hubiese hecho lo mismo. Un viaje tan largo al lado de alguien que solo habla de modas y chismes de la sociedad no es agradable y menos si Elisa trae todo su armamento de seducción.

Le ardían las mejillas, pero decidió ayudarlo y por esta vez permitirse estar tan cerca de él como nunca antes.

Terence se levantó para darle paso y el olor de su aroma la envolvió mientras se acomodaba en aquel cómodo asiento. Era muy alto.

«¿Cuánto mediría? 6' 2" o más», estimó —«Este sería un viaje muy difícil.», pensó al dejar caer su cuerpo y empezar a colocarse el cinturón.

Él era la palabra pecado encarnado. Comenzó a sentir mucho calor y no tenía nada que ver con la temperatura del avión.

Terry la miró y sonrió sabiendo que con ella a su lado estaría más tranquilo, sin embargo, se dio cuenta de que se sentía emocionado al tenerla junto a él y no era solo por evitar que la pelirroja fuese su acompañante, era algo más.

Boda en Las VegasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora