Capítulo 11

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No había un sentimiento más grato que el estar entre los brazos de este hombre, que era una parte tan importante de ella.  Su calor y aroma era algo que le gustaba mucho más de lo que imaginaba.

Él se separó para verla a los ojos, mientras la rubia le devolvía una de las sonrisas más puras y cariñosas que existían en su vida. 

Lo amaba.

La mujer levantó su mano hasta acariciar la cara del joven y luego subió al rubicundo cabello que acarició suavemente mientras recordaba momentos del pasado.

— Te he extrañado tanto —le dijo sonriendo

— No más que yo a ti, pequeña —contestó tomando la mano de la mujer y le daba una vuelta haciéndola sonreír igual que niña.

— Ven hermano, vamos a disfrutar un té y me cuentes como han estado tus días sin tu hermanita mayor. —pidió ella.

Caminaron juntos hasta llegar al salón que ya conocían muy bien, era el lugar favorito de la dama y donde guardaba aún recuerdos de un pasado que la atormentaba aún.

— Tenía tantos deseos de verte, Rosmery. —exclamó lleno de amor y añoranza.

— Y yo a ti, Albert —confesó la mujer. — Pero cuéntame, ¿cómo has estado?

— Ya sabes, trabajando en la apertura del nuevo banco en Florida y en mis obras benéficas. —comentó feliz mientras recordaba la mujer de ojos tan verde como su hermana que conoció días antes.

— Siempre en lo tuyo, pero hermanito, ¿Cuándo me darás un sobrino? — inquirió sabiendo que el joven nunca respondía esa pregunta, evitaba el matrimonio como si fuese lo peor que existiera sobre la faz de la tierra. 

Ella deseaba verle feliz y con familia.  Él lo merecía luego de la experiencia de unos años atrás.

— Sabes que últimamente he estado pensando en que ya es hora de sentar cabeza —confesó y la rubia comenzó a sonreír— Creo que cierta jovencita ha despertado un interés especial en mí. —concluyó con una sonrisa de medio lado.

— ¡Por fin! —gritó mientras tomaba la mano de su hermano y comenzaba a sentarse— Deseo verte tan feliz, igual que lo soy.  —el la observó como quien analiza una cara pieza de arte.

— Por qué siento que lo dices para creértelo, no porque lo estás sintiendo —ella lo miró fijo deseo poder ocultar todo aquello que llevaba dentro, no obstante, eso era imposible frente al hombre junto a ella.

A pesar de ser menor que Rosmery, el era su mejor amigo y consejero. 

— Soy un libro abierto para ti, Albert. —dijo tomando del cuadro que estaba en la mesa junto a ella y lo miró fijo por unos segundos.

— ¿Aún los recuerdas?

— Siempre, Albert. —contestó con sinceridad y sin titubeos. —Perderlos de la forma en que sucedió, no es algo fácil de arrancar de mi mente y no creo que con todo el tiempo que logre vivir en este mundo, borraré de mi corazón esta pena que aún me invade.

—  He visto como has rehecho tu vida, juraba que habías superado todo el pasado. —comento el mientras limpiaba las lágrimas que corrían por las mejillas de su hermana.

— He aprendido a vivir deseando que ellos estén en un mejor lugar y que no hayan sufrido en ese momento.

— Eres la mujer más fuerte que conozco, sé que ese dolor que guardas te ha convertido en un excelente ser humano.

— No lo creas, aún estoy dolida con la vida, pero mejor háblame de esa mujer que ha podido sacarte de la loca idea de seguir siendo soltero de por vida.

Boda en Las VegasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora