Miró por enésima vez el café que frío yacía en su mano. No estaba seguro si habían pasado ya dos horas o más desde el momento en que salió de la habitación y dejó a Candy llorando en el piso.
—Lo que he hecho es lo mejor —comentó. El tono de voz se volvió más serio. Soltó un suspiro largo— Esa mujer quería verme la cara de tonto. Hice bien al demostrarle que conmigo no se juega.
El recuerdo de esos ojos verdes le perturbaba, no entendía por qué se sentía de esta manera. Ella no valía ni un mal pensamiento de parte suya,
«La vida es una caja de sorpresas», pensó mientras apretaba sus puños en un acto de furia y frustración.
«¿Quién diría que con esa cara de inocente se escondía tremenda víbora», pensó mientras tomaba un sorbo del líquido oscuro. Lo había pedido sin azúcar, negro y cargado, como se sentía en este momento.
Siempre tendía a comparar lo que tomaba con lo que vivía y ahora era unos de esos agrios y amargos.
Le habían engañado.
Una sensación de vacío tiraba de su estómago. ¿Por qué se sentía así? Quiso preguntarse, sin embargo, la rabia volvió a su ser.
Estaba molesto consigo mismo por haber caído en una trampa tan infantil y similar a la que su padre pasó tiempo atrás.
En estos momentos es cuando entendía el rencor que Richard, quien desde siempre ha estado a su lado cuidándolo y guiándolo, le tenía a Eleonor, la mujer que lo trajo al mundo.
El igual que el en estos momentos que se dejó llevar por el placer o la droga que ella le dio a beber y cayó como su padre en la trampa que la ex-actriz le había puesto.
Eleonor hizo que Richard se viese entre la espada y la pared al seducirlo de forma descarada, logrando que los encontraran y el tener que cumplir con una mujer que solo buscaba los millones de los Granchester.
La historia se la sabía con todos los puntos y comas que ameritaba, ya que Richard le había puesto sobre aviso de mujeres casa fortunas, iguales a la que se encontraba en su habitación.
El magnate de varias de las más importantes cadenas hoteleras de Estados Unidos y Europa se vio a sí mismo junto a una mujer, que aunque hermosa por fuera, estaba por dentro podrida.
Su corazón solo buscaba llenarse de dinero y vanidades a costa del mejor postor.
Richard fue casi obligado a casarse con Eleonor debido a las habladurías de la sociedad a la cual pertenecía.
Ella había conseguido quedar en cinta luego de la trampa de la que fue víctima; colocando a Richard como el malo de la historia y ella la dulce e inocente mujer que sufría por un amor no correspondido y un hijo no deseado por el.
Sin embargo, la rubia no logró tener éxito en su búsqueda de dinero, Richard aprendió desde muy temprana edad la importancia de los contratos prematrimoniales y guardar su patrimonio de malas hierbas.
Cuando Terry cumplió 5 años, ella decidió abandonar el estatus social como la señora Granchester, pedir el divorcio para vivir su vida como siempre había deseado, olvidándose por completo de su hijo.
Dos años luego de la partida de Eleonor, Richard conoció una mujer que le dio color a sus días, quien desde el primer momento en que vio al pequeño de ojos azules y cabellos chocolate, lo tomó como suyo y le demostró que era tener una verdadera madre.
Rosemary Ardley, una joven viuda, junto con Anthony, su pequeño de un año menor que Terry, se convirtieron en la nueva familia de los solitarios Granchester.
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Boda en Las Vegas
FanfictionPara Terrence, el amor es un estado de estupidez al que los hombres no deberían ni imaginar, y siendo extremandamente arrogante cree que es intocable y nunca caerá en sus redes. Un incidente en Las Vegas pondrá en su camino a lo que nunca creía ne...