Capítulo 14

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Cuando Candy comenzó a caminar por las escaleras que le llevaban a la habitación, jamás se imaginó que la residencia, poseía un pasillo que desplegaba un preludio a la elegancia.

En una sinfonía de colores, donde sobresaltaba el blanco como rey indiscutible, de la decoración.

El pasillo se encontraba dotado de columnas que bien podrían sostener el mismo cielo, era como estar en una de esas casas que solo se veían en las revistas de decoraciones, se dijo mientras continuaba analizando cada detalle del lugar.

El brillo del pulido suelo de madera refleja la luminosidad celestial de las lámparas sutilmente distribuidas, como estrella, guiando hacia un oasis de tranquilidad; misma que deseaba con desesperación.

Ella se fijó en cada elemento, desde los zócalos hasta el techo, todo ha sido dispuesto con un cuidado que habla de un esmero personal, como si cada detalle fuera parte de un gran secreto; entonces la imagen de la dueña de la casa vino a su mente.

Recordó a la mujer que protegió su familia y deseó tener a alguien que hiciera lo mismo con ella.

«Esta es una casa que cuenta historias en cada rincón», pensó mientras seguía a Nana Ponny, quien hablaba sin parar. La mayor, se encontraba explicando y haciendo mil y una preguntas a la chica.

Descubrió que la joven tenía deseos de seguir su carrera y superarse, que era huérfana y que aún no había visitado por primera vez al doctor. Sintió que la conocía de antes y deseaba saber más de Candy. Un sentimiento de querer cuidarla se creó en ella y en ese momento entendió lo que Anthony sintió.

Llegaron a la puerta del final del pasillo y la nana abrió para darle paso y entrar a la que era la habitación de su aún esposo. Al adentrarse al dormitorio fue recibida por la majestuosidad de la oscuridad combinada con la sutileza del lujo moderno.

Contrastaba con todo lo demás, poseía una atmosfera casi teatral.

El techo, grandiosamente alto y suntuoso, haciendo juego con paredes en gris oscuro y suaves líneas doradas, narrando una historia de tranquilidad y reposo.

El mobiliario era minimalista y elegante, como su dueño. Daba una sensación de orden y serenidad junto a los toques de luz cálida emitidos por las lámparas colgantes a los laterales de la enorme cama.

Se imaginó leyendo en ella o abrigada mientras miraba por el amplio ventanal caer la nieve.

Avistó a su derecha y el fuego chisporroteaba dentro de la moderna chimenea, sirviendo como el corazón viviente de la recámara, cuyo único mueble en tono escarlata invitaba a reposar y entonces se dio cuenta de que estaba cansada.

«Es como Terry, sobrio, elegante, majestuoso y diferente a los demás», pensó sin dejar de analizar cada objeto de aquel lugar.

—Voy a pedir, te sirvan algo de comer —dijo nana Ponny, mientras movía el equipaje de la chica que habían dejado en la entrada y lo colocaba dentro del armario— y en esa puerta está el baño. —Señaló y en seguida se dirigió a la salida.

—Muchas gracias —contestó con una sonrisa que la mujer juró haber visto antes. Era difícil no sentir algo por la rubia que con su mirada franca y su actitud demostraba que no estaba tras el dinero de su niño.

Ella se retiró, dejándola sola con sus pensamientos y con la determinación de darse una ducha para despejar la mente.

Candy seguía aún molesta con Terry, era un hombre egoísta, soberbio y muy arrogante. Pero también era obscenamente guapo, le gritó una voz en su interior.

Sacudió la cabeza como queriendo borrar de su mente todos aquellos pensamientos causados por las hormonas. Porque era la única respuesta a lo que le producía el castaño. No, no lo era, la verdad que el hombre era un dios griego en la tierra.

Boda en Las VegasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora