Capítulo #13

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— Candy White —gritó el menor de los hombres— pero, ¿Qué haces aquí? —inquirió el rubio mientras se acercaba a la joven que le miraba asombrada y recibía un beso en la mejilla.

Joder.

Sacudió la cabeza la chica. ¿No podía haber aparecido en otro momento?, se lamentó. Un problema más.

Lo que menos se imaginaría en toda su vida: volver a ver el molesto rubio que la acosaba en las materias que tomaron en la universidad. Era un grano en el trasero, tener que liderar con la insistencia de que salieran o cuando parecía un chicle en el cabello, siempre pegado.

Era como si tuviese un imán y la encontraba en cualquier lugar que ella se escondía.

Terrence se puso de pie y miró aquella escena; curioso y molesto por lo que esto podría significar: «Ella era una vividora que había tratado de conseguir algo con mi hermano», pensó sin dejar de verla.

— ¿Anthony? ¿Tú? —sentía confusión la pecosa.

— El mismo que viste y calza, sin embargo, desvestido, me veo mejor —dijo el joven, guardándose las manos en los bolsillos del pantalón. ¿Había un deje de diversión, o tal vez de burla, en su voz?

— ¡Anthony! —intervino Richard, esto no pintaba bien, para nada

— Dime ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Por fin te diste cuenta qué soy el mejor partido para ti? —le preguntó el rubio, sin dejar a un lado la burla.

Esto era el colmo.

— Estás hablando con mi esposa —Terry gruñó las palabras, mirando fijo a la rubia que no encontraba donde poner sus ojos, ya que, todos aguardaban a una aclaración. El castaño odiaba cuando su hermano, menor que el, se portaba como un tarado frente a las mujeres, logrando muchas de las veces que estas cayeran directo a sus pies.

En el fondo temía que Candy fuese una de las tantas chicas con las que su hermano tuvo aventuras durante sus años en la universidad.

— Explica Richard, ¿qué hace ella aquí? —nuevamente preguntó la mujer del magnate mientras apretaba sus puños. Desde el momento en que la vio junto a su esposo, su corazón latió sin frenos. Era un leve dolor, uno de esos que sentía cuando los recuerdos llenaban su mente y solo deseaba salir corriendo y olvidar.

Todos esperaban que el hombre hablase, sin embargo, otro fue quien tomó la palabra.

— Se acuerdan de la chica que estuve tres años detrás y no conseguí ni una cita —recordó su basta insistencia y los tantos no de ella— pues, aquí la tienen. —confesó Anthony— Y ahora resulta que es mi cuñada.

Terrence por fin pudo respirar, lo peor que podía suceder es que ella hubiese sido de su hermano y él se la quitara, el rubio era primero ante que cualquier relación amorosa.

Incluso si se trataba de su recien adquirida esposa.

— Ahora sí, ¿Me vas a decir por qué nunca me diste una oportunidad? —se acercó ella de forma sigilosa y sin quitar los ojos de los de rubia. La muchacha lo miró detenidamente, era demasiado vanidoso para su gusto y no sentía más que una posible amistad por el chico.

— No estaba para juegos —por fin dijo sin miramientos— mis estudios eran primero y tú solo buscabas diversión. —respondió comenzando a molestarse por las preguntas sin razón que le hacía.

— Te lo perdiste. —dolido por la respuesta, caminó devuelta al lado de su madre, —Soy el mejor partio de la universidad— dijo aquello con toda la naturalidad del mundo

— Sigues siendo el mismo vanidoso de siempre. —comentó en un susurro Candy,

—Tal vez lo soy —admitió— Y ahora, eres la mujer de mi hermano ¡Qué vueltas tiene la vida!

Boda en Las VegasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora