Lo que será nuestra primera cita

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Bastian

Salgo directo a la cafetería en busca de Jane, no quiero parecer un acosador por haberle enviado una solicitud de amistad justo un día después de habenos conocido.
No está en ninguna de las mesas, recorrí toda la escuela y sigo sin encontrarla. Mi única esperanza es encontrarla en las gradas del campo.

La encontré, por fin.
Está sentada en la última grada, creo que está leyendo un libro.
Es hora de adoptar una actitud segura e ir.

- Hola. - ya inició
- Hola. - me responde el saludo con una sonrisa. Separando la mirada de su libro.

- ¿Qué haces aquí tan sola?

- Me gusta disfrutar de la soledad. ¿Y tú? ¿Qué haces aquí?. - Definitivamente no sé qué responder.

O sea sé que debo responder con la verdad, que es que la estaba buscando para poder conversar con ella. Pero eso definitivamente no lo diré.

- Vengo a recordar antiguos tiempos. - me limito a responder.

Comenzamos a conversar bastante bien, desde preguntas triviales hasta cualquier tipo de conspiración.
Me doy cuenta de que tiene mucha información y parece que investiga cosas muy inusuales.
Por otro lado no me pregunta sobre la solicitud, así que no se cómo tomarlo, como si no me va a aceptar o quizá no se ha dado cuenta.

Eso hasta que me lo comenta.

- Por cierto. ¿Cómo encontraste mis redes sociales?

Maldita sea, lo sentí como si fuera un regaño.

- Me pase días buscándolas, no fue fácil. - respondo rápido.

estupido

- ¿Días? - pregunta muy confundida. - Si recién te conocí ayer.

- Estoy bromeando. - rio suavemente - Le pague a un hacker para que te halle.

- Que gracioso eres. - lo dice con los ojos entrecerrados. No le hizo ni pizca de broma.

- ¿Me aceptaras entonces?. - Zanjo el tema con esta gran pregunta.

Maravillosa jugada, galán.

- Tal vez lo haga. - responde sin verme. - Cuando me digas la verdad.

Ella es la maldita Magnus Carsen, Bast.

- Claro. ¿Te parece si te lo digo mañana en la noche? - tomala

No esperaba menos de ti.

- ¿Me estas invitando a salir? - cuestiona.

- Así es. - lo digo con una seguridad, que hasta yo me sorprendo.

- Está bien. Pasa por mi a las 8.

Es lo último que dice antes de marcharse.

Me encuentro solo, sentado observando el campo y empiezo a tener recuerdos por el olor del césped.
Tengo pequeños flashbacks de cuando corría por el campo y casi soy capaz de verme justo allí.

Mi uniforme empapado de sudor, mis medias pintadas de un ligero verde por haberme deslizado por el césped, mi cabello alborotado por estar corriendo desde el medio campo, casi puedo sentir el bombeo de mi corazón acelerado por el cansancio físico de correr y saltar.
Sentir la emoción de haber frenado un ataque peligroso, la frustración de estar perdiendo y la satisfactorio de estar anotando el empate.
Oir los gritos y cánticos de las gradas. Lo extraño.

Nunca creí que llegaría un día en el que extrañaría el poder jugar. Antes solo creía que era un deporte y si se gana, bien; si se pierde, lástima.
Nadie sabe lo que tiene, hasta que lo pierde. Vaya frase para más cliché.
Quieo volver, lo quiero en verdad.

Nunca es tarde (En Proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora