Luciernagas y estrellas Parte II

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Bastian me mueve del hombro para decirme que ya estamos a punto de llegar.
Yo abro lentamente mis ojos y puedo ver un letrero enorme, que tiene escrito con letras blancas.

CAMPO LUCIÉRNAGA

Rápidamente mi cerebro lo asocia con un campamento para niños exploradores.

- ¿Seremos Boys Scouts? - mi voz está algo apagada por el sueño.

- No. - ríe suavemente. - No lo seremos. ¿Por qué lo preguntas?

- Me dejé llevar por el nombre que está escrito en la entrada. - hago un puchero seguido de un poco de drama. - Yo creí que sería una niña exploradora. Era mi sueño

- ¿No estás un poco grande para serlo? - cuestiona. - Existe un límite de edad ¿No?

Me compongo en el asiento, alejándome de él y me cruzo de brazos, indicando que estoy algo molesta y triste.
Obviamente todo es una ligera actuación.

- No lo sé. - no lo miro a la cara. - Pero sé que nunca es tarde para cumplir ese pequeño sueño que tuve.

Mi actuación acaba cuando giro a verlo y le dedico una sonrisa.

- Sí, supongo que nunca es tarde. - su actitud cambia por completo y pone fin a la charla.

Nos quedamos en silencio un par de minutos, hasta que la voz de su amigo nos saca de aquel momento.

Indica que hasta aquí llega el auto, por ende de aquí hacia adelante tendremos que caminar. Y noto que la actitud de Bastian.

Me ayuda a bajar del auto y nos adentramos al campo que es muy enorme, tiene muchos caminos y todos son de piedra blanca que poseen luces a los lados, iluminando su forma y ayudando a no perderse en esta noche oscura.

Bastian me guía por los tantos caminos que hay y agradezco haber traído mis convers, porque con tacones ya estuviera de cara en el piso.

Caminamos aproximadamente durante unos 3 minutos, pasamos por algunas banquetas vacías y otras que están siendo ocupadas por parejitas a lo lejos.

Este lugar es tan tranquilo que podría convertirse en mi sitio favorito.

Llegamos a una banqueta que está como el final del camino, las patas están cubiertas por pequeñas enredaderas y de las cuales brotan pequeñas florecillas. Frente a la banqueta hay un monte lleno de campo verde y libre de cualquier arbusto o árbol.
Más allá un pequeño barranco que dudo que causé alguna desgracia.
Y sobre nosotros el cielo nocturno, lleno de sus tan bellas estrellas, tan hermoso e infinito como siempre.

Nos sentamos y empezamos a hacernos una pregunta cada uno, un tanto más personales.

- ¿Tienes hermanos? - pregunta Bastian.

- No, soy hija única. - le sonrio

- Tú y tu madre son muy unidas por lo que ví. ¿Y tu padre?

Justo el tema que quería evitar.

- Falleció hace unos años atrás. - noto que se tensa un poco por mi repuesta.

- Lame-

- No lo digas. - lo corto.

Me levanto de la banqueta y camino hacia el campo, alejándome unos metros de él. Pero siento que se aproxima rápidamente hacia mi.

- No quise ser impertinente, de verdad. - sus palabras suena tan calidas que hacen que se me forme una pequeña sonrisa en los labios.

- No pasa nada.- le aseguro - Son cosas que ya no me afectan mucho, pero igual no me gusta tocar esos temas.

- Creeme que te comprendo. - Mira fijamente el cielo. - Hace 3 años falleció mi-

Nunca es tarde (En Proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora