Jane
- ¡Mamá, vas a llegar tarde! - grito desde la sala con todas las cosas listas.
Hoy tenemos que ir a su rehabilitación, hace 2 mes se cayó de las escaleras y se rompió el tobillo, desde hace 1 mes le quitaron el yeso y comenzaron sus visitas al hospital para su terapia.
Tengo que acompañarla, aunque ese lugar me aburra, porque solo somos ella y yo.
- Ya voy, rojita.
Papá me puso ese apodo por mi color de cabello, no sé por qué solo a mí sí mamá también tiene el mismo color de cabello.
- Salta en un pie, mamá. - me burlo de ella
- Noto que te encuentras de buen humor, nunca lo estás cuando tenemos que ir al hospital. - comenta ella
- Solo me desperté de buenos ánimos. - alcanzo a responder
Es verdad, hoy me desperté con muy buenos ánimos y no se por qué, normalmente cada vez que tenemos que ir al hospital la noche anterior no duermo por estar pensando que serán las 3 horas más aburridas de mi día.
- De seguro conociste a algún chico ¿No? - acusa con sus ojos entrecerrados y una sonrisa pícara.
- Claro que no, y vamos rápido que a esta hora se forma un tráfico tremendo y ya sabes que yo pierdo la paciencia muy rápido. - espeto poniéndole fin a la conversación.
Durante el camino comenzamos a discutir, porque, como dije, iba a haber tráfico.
Al llegar al centro de rehabilitación hago lo de siempre y la dejo con las señoritas para que comience su sesión.
Yo, por otro lado, me siento en la fila de sillas que tienen en este lugar a jugar con mi teléfono. Estuviera leyendo un libro, pero me olvide traer uno de casa.
Pasan los minutos y comienzo a sentir algo de hambre, así que me voy a la máxima expendedora por unas papitas.
Meto las monedas y marco el código de las papas, ya estoy saboreando las papas en mi boca. De repente la máquina deja mis papás al borde y no logran caer
- ¡Maldita máquina!
No puedo creer que esto me esté pasando, primero me olvidó mi libro y ahora me moriré de hambre.
-¡Dame mis papas, maldita máquina! - golpeó el cristal de la máquina
- No creo que la máquina te haga caso si le dices eso.
Volteo y mi cara se convierte automáticamente en un tomate. Un chico de cabello rubio, ojos azules y, más o menos, de metro setenta y ocho me habla.
- ¿Q-qué? - tartamudeo como una tonta.
- Que la máquina no hace caso con palabras y golpes suaves. - suelta una pequeña risa muy sexi. ¡Dios! Es muy sexi.
- ¿Entonces como la obligo a que me dé mis papas?
- Mira y aprende.
Me alejo de la máquina para que el pueda resolver mi problema, de pronto veo que se avienta hacia la máquina y la mueve unos centímetros de su sitio, haciendo caer las papas y otras golosinas más.
- Listo. ¿Ves? Esta cosa hace caso con un buen golpe. - dice mientras me entrega mis papas.
- Gracias. - es lo único que alcanzo a decir por ls vergüenza.
- Un placer. Me llamó Scott. - se presenta y me extiende su mano.
- Igual. Mi nombre es Jane.
- Bonito nombre, me gusta mucho. - menciona mientras muestra una sonrisa seductora.
ESTÁS LEYENDO
Nunca es tarde (En Proceso)
Romance"Nunca es tarde para hacer todo lo que queremos". Es la frase que me inculcaron desde pequeño, pero no tuve la fortaleza mental de ponerlo en práctica. Sin embargo, todo eso cambio cuando llegó ella.