La nueva estudiante

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De vuelta a clases, que horrible volver a la rutina de despertar temprano y alistarse para asistir a la escuela.

Hoy es un día muy horrible, hace demasiado sol y no hay viento. Lo peor de todo es que tengo que tengo clase con el maestro Williams, que horror.

Por otro lado debo decir que mi pierna se siente mucho mejor, las terapias ayudaron mucho sin duda alguna. A parte mi mejor amigo me cuidaba como a un bebé.

Ahora que recuerdo él vendrá a recogerme para ir a la escuela, lo que significa que serán 30 minutos de ocurrencias y chistes malos.

- ¡Bastian! Hora de desayunar.

Mi querida madre me llama con su melodiosa voz mientras toca mi puerta estrepitosamente.
Siento que la forma de tocar no va de acuerdo con su tono de voz, que rara es mi madre.

- Enseguida voy, estoy vistiendome. - respondo mientras aún estoy acostado en mi cama

- No te olvides de ponerte tu tobillera.

Luego de haber estado en terapia me indicaron que debía usar una tobillera durante un buen tiempo.

- No la olvidaré, ma.

- Está bien. Apúrate en bajar que se va a enfriar el café.

Con ese último aviso escucho sus pasos alejarse de la puerta.

Luego de bañarme y vestirme bajo a desayunar, encuentro a mi madre lavando sus taza y un plato.
Al escuchar mis papás entrar a la cocina se da vuelta y me mira con con el ceño fruncido.

- Buenos días, ma. - la saludo gentilmente.

- Vuelve a mentirme una vez más y te dejo sin teléfono por 1 semana. ¿Me oíste, Bastian?

A mi madre nunca le gustaron las mentiras, siempre que descubría que algunos de nosotros mentía nos regañaba y castigaba. Claro que hay muchas veces en las que miento, pero no a ella.

- ¿Qué mentira? ¿De qué hablas, mami hermosa? - pregunto de forma inocente pensando en que mentira le dije.

Sin embargo recuerdo rápidamente que le dije que estaba vistiendome mientras aún seguía bajo las sábanas.

- Hasta acá escuché la ducha, muchacho. - mi madre se cruza de brazos y comienza a golpear en piso con la punta del pie. - Y cuando toque tu puerta dijiste que ya te estaba vistiendo, te dije que bajarás rápido o sino el café se iba a enfriar.

- Yo... Yo... Sí sí, o sea. - ¡mierda! Debo dejar de tartamudear.

Cálmate, Bastian. Solo dile la verdad a tu madre, pero antes respira y relájate.

- Sí, te menti, ma. Estaba en mi cama cuando tocaste mi puerta. - Dios, aquí Bastian Ford. En tus manos encomiendo mi espíritu.

- Que sea la última vez que me mientes, Bastian. Sabes muy bien lo que opino de las mentiras y más si es en familia.

Gracias Dios.

De la que me libre, creí que me iría peor.

- Ahora siéntate y come tu desayuno, el café está frío y te hice unos panqueques. - todo esto me lo dice con una voz de amor y una mirada que duele más que mil cachetadas.

- ¿Puedes calentarme el café? Es que frío no me... - no me atrevo a terminar de hablar, porque mi madre me está fulminando con la mirada.

- Hace 10 minutos estaba caliente, ahora te lo tomas como está.

Termino de desayunar y le doy las gracias a mi madre. Esta vez no puedo lavar mi taza, porque me hice tarde y tengo que cepillarme los dientes; a parte, Adam, me mandó un mensaje diciendo que en 5 minutos llegaba.

Nunca es tarde (En Proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora