El dolor de nuestros corazones que se contagia

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"Cómo si no fuera suficiente su desgracia, se enamoró".

-Oscar Wilde

Hogwarts 1976.

La guerra no perdonaba y no olvidaba. Sus tragedias y consecuencias se arrastran entre las grietas de las paredes que se han esforzado por construir, resquebrajan la voluntad, sangran sobre sus cabezas y caen una tras otra, cómo los cuerpos en el campo de batalla. Caras y nombres que nadie se molesta en aprender, en recordad. Magos y brujas mueren con mayor frecuencia en estos días, sacrificios que se ofrecen en nombre del ascenso de un falso Dios y sus profetas.

Las personas desaparecen, las personas se van. Ninguno de ellos regresa.

Hay sangre en los ríos. Cuerpos olvidados en el valle. Almas fragmentadas y súplicas a cualquier Dios benevolente pérdidas, susurradas a las estrellas en el silencio de la noche.

James no es ajeno a la perdida, no es ajeno a la guerra; pero debe recordarse a sí mismo frente al espejo, día a día, que no hay nada que pueda hacer para detener el caos del mundo fuera de las paredes de Hogwarts. Es esto, un optimista. Un corazón sangrante que es llevado en la manga como ofrenda al desventurado. Permanece de pie cuando el resto yace de rodillas, consumidos en la angustia y el temor.

Esto es el mundo real; una constante lucha de voluntades, pasiones y verdades. Un tira y afloja. Un mundo dominado por la pureza de la sangre corriendo en las venas de cada mago y bruja, como si eso realmente influyera en el poder real.

Los sangre pura odiaban a los nacidos de muggles, toleraban a los mestizos.

Los sangre pura temen a los nacidos de muggles, necesitaban de los mestizos para seguir existiendo.

Y esto es, la ironía de todo.

Voldemort asesina a todo aquel que se oponga a su voluntad y, pese a su discurso purista, la sangre mágica corre por igual. Todos sangran rojo. Todos gritan implorando compasión.

Todos fueron niños alguna vez.

La vida en Hogwarts es esto, amistades convertidas en familia. Elecciones y consecuencias. Clases, tareas y momentos de ocio. Son cada vez menos los momentos en los cuales pueden permitirse existir fuera de los deberes y responsabilidades de ser un alumno o un heredero.

Pequeños lapsos de tiempo existiendo magia pura. Son solo ellos. Los merodeadores, el comienzo y el final. Es el ultimo día de clases antes de las vacaciones de Navidad, las clases terminaron y todos han empacado para irse a casa y disfrutar con aquellos que dejaron atrás. Regresando al mundo de sombra y dolor.

Tienen tres horas para abordar el expreso. Tienen tiempo para ser esto. Cinco chicos completamente diferentes entre sí, opuestos e iguales, acurrucados en sillones escarlata dentro de la sala común de Gryffindor. Son un desastre, unos encima de otros como una manada sin pies ni cabeza.

Cuatro leones y una serpiente.

—Entonces le dije: oye Evans, creo que tú y yo haríamos una pareja encantadora, solo una belleza como tú podría sacar mi mierda—. Sirius murmura, agitando las manos para expresar su punto.

James se ríe, porque, por supuesto que lo hace. Haría cualquier cosa por Sirius, incluso arriesgarse a un golpe de Remus. Remus quien mira a Sirius como si fuera el idiota más grande en todo Hogwarts, aun cuando los corazones en sus ojos revelan la verdadera naturaleza de sus sentimientos.

—Mis condolencias a la señorita Evans si aceptó tan bárbara y vergonzosa declaración. Una mente brillante perdida en el escándalo de un mago de poca educación—. Regulus dice, sin molestarse en levantar la cabeza del regazo de James. Tampoco se inmuta ante el cojín volando cerca de su rostro porque, por supuesto que James arriesga la seguridad de su brazo para mantener intacto el rostro del ángel.

THE BLACK SUN: The love and the art of darknessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora