Presagio

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Engaño violento.

—¡Sirius!

James jamás había emitido un grito tan desgarrador, ni experimentado un dolor tan hórrido como el que le desgarraba el alma, al ver a Sirius desaparecer bajo la serpiente. Ecos amortiguados de la caída y el crujido de huesos, tronando en sus oídos. Su propia sangre emanando de los cortes de su pierna, mezclándose con el agua, desbordándose de los canales en remolinos carmín y negro.

En ese efímero instante, mientras James se pone de pie para acudir al lado de Sirius, siente que su propia respiración se ha suspendido, atrapada en un limbo de terror e incredulidad. Tropieza con el agua estancándose alrededor de sus tobillos. El ambiente está impregnado de magia suave, cálida y brillante, como la brisa y los rayos del sol, acariciando su rostro durante un vuelo en escoba. La magia residual del enfrentamiento y sacrificio de Sirius al asesinar al basilisco.

Todo había sucedido muy rápido.

Ninguna lección o tortura había preparado a James lo suficiente para esto; ver a Sirius ofrecerse como carnada, derrumbando parte de la Cámara en una demostración de poder arrasador, abrazando el sacrificio con la devoción de un mártir. James llega a su lado, sin aliento, contemplando con horror la escena. Sirius aún aferra la empuñadura de la espada, el veneno mezclándose con la sangre empapan la hoja, tiñéndola de verde oscuro, goteando sobre su cabello. Parte de su pecho y la mitad inferior de su cuerpo yace aprisionada bajo el colosal peso de la cabeza del basilisco y su mirada, es una que James se ha acostumbrado a ver; lejana y fría. La culpa cruda se siente como una lanza atravesando su pecho.

Sus brazos se enganchan bajo las axilas de Sirius, comenzando a tirar de él para liberarlo del peso muerto. Con una serie de crujidos repugnantes; el colmillo perforando el hombro izquierdo se desprende del cadáver del basilisco, permaneciendo enterrado en la carne de Sirius, mientras sus manos caen inertes a los lados, soltando finalmente la espada. Su respiración es lenta y poco profunda.

El esfuerzo lacerante, al sacarlo de ahí, cala en cada uno de los músculos de James.

Todo en él arde.

—Quédate conmigo, Canuto, por favor —la voz de James se quiebra en un murmullo ahogado, luchando contra la enfermedad del pánico, infectando la sangre en sus venas —. Por favor... Todo está bien... Estarás bien.

Consigue liberarlo con un último esfuerzo. James sé desploma sobre sus rodillas, golpeando el agua helada y la piedra granulosa, y con sumo cuidado, guía la cabeza de Sirius hacia su regazo, ondas negras, perfectas y empapadas, derramándose por todos lados, como un río oscuro en una noche sin estrellas. Con un movimiento alimentado por la adrenalina y la desesperación, arranca el colmillo ensangrentado, lanzándolo lejos en la penumbra. Sus manos temblorosas presionan contra la herida abierta, intentando frenar la marea carmesí. Ninguna magia le llega a la mente; el miedo, arrastrándolo al fondo del abismo, engulle cada pensamiento coherente. Sus dedos se bañan de rojo, pequeños ríos surcando las grietas de su piel reseca.

Sirius mantiene la sonrisa de abierto triunfo sobre sus labios. Su piel se torna de un pálido enfermizo, resaltando los pequeños rasguños en su rostro y su boca oscureciéndose en violeta por la falta de aire.

—Vamos, no me hagas esto —susurra James, con voz quebrada, inclinándose hacia Sirius, presionando sus labios juntos en un acto de respiración boca a boca.

Una y otra vez.

James ha presenciado tantos horrores y desgracias, que ha aprendido a lidiar e ignorar el dolor y el sufrimiento perforando su consciencia. Sin embargo, ver la vida de Sirius extinguirse en sus ojos, como la llama de una vela, es indescriptible. Los dedos ensangrentados de James, se curvan en las ondas perfectas de Sirius, mientras presiona sus frentes juntas, indiferente al humo llenando sus pulmones.

THE BLACK SUN: The love and the art of darknessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora