Parte 17: Decime

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Ella dudó un segundo... Se moría de ganas de estar con él, pero la verdad que sería mejor esperar... O no.

No quería que se vaya a ningún lado sin que estén juntos antes.


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Marcos dejó de besarle el cuello y se separó, apoyándose contra el respaldo del sillón. Subió las manos,  recorriéndole la espalda.

Abrió los ojos y lo miró.

Tenía el pelo desordenado, por las manos de ella, las pupilas dilatadas y el pecho se le movía con la respiración acelerada.  

Las manos de él le provocaban escalofríos en la piel, y le dolió la panza, los muslos, todo adentro de ella, explotaba de ganas de estar con él.

Él le recorrió los brazos con las manos, y cuando él posó la vista en su tatuaje y arrugó un poco los ojos, ya había decidido que no pensaba reprimirse.

La vida era una.


— La vida es una, Marcos — Y se inclinó y le rodeó por el cuello para chapárselo.


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Juli lo miró y se sacó el top sacudiéndose el pelo... 

Sintió que todos sus músculos se tensaban, era igual que en sus sueños... o más hermosa todavía, porque estaba ahí con él y era real. 

La recorrió con los ojos y exhaló aire por la nariz para controlarse de lo caliente que estaba.

Ella le acarició el torso y se pegó contra su cuerpo y lo volvió a besar. El contacto contra la piel de ella, las tetas apoyándose contra él, y encima ella gimiendo, lo hicieron perder el poco control que le estaba quedando y se le escapó un sonido desde la garganta, mientras la agarraba por la cola y le atacaba el cuello.

No quería dejar de besarla, quería arrancarle el pantalón, estar dentro de ella y que siga gimiendo por él.

La intensidad de su propio deseo lo sorprendió y lo obligó a rescatarse.

Se tenía que calmar un poco o no iba a durar nada.


— ¿Estamos yendo muy rápido...?

— No... —La respuesta le salió entre un gemido y un suspiro, pero la vió dudar.

— ¿Segura? — Le preguntó bajito y se separó un poco para darle aire para que piense.


Subió los brazos desde su cola, por su espalda hasta sus hombros y después le recorrió los brazos con las manos.

Trató de leer lo que decía el tatuaje del brazo de Juli cuando ella le respondió.


— La vida es una, ¿no? — Y sintió una puntada en el pecho y la confusión momentánea que sintió se evaporó cuando Juli le rodeó el cuello con los brazos y lo besó de nuevo, con insistencia.


Juli se volvió apegar contra él y le tironeó del pelo de la nuca, y todo su pensamiento lógico se disipó. 

Volvió a acariciarle la espalda, la cintura que lo volvía loco, y bajó las manos para agarrarla de la cola y levantarla del sillón.

Ella se separó unos milímetros para sonreírle con una sonrisa pícara, y él se mordió el labio para no sonreir como un idiota.

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