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Un par de días después el tan esperado celo de Checo se hizo presente, llamando a Max para tener la última unión entre ellos.
Esa noche era de luna llena, aquel hermoso astro brillaba con intensidad siendo visto por el castaño desde la terraza de su habitación de hotel, por un momento recordó aquella leyenda que les narraban en la escuela cuando era pequeño, aquella en la que la Luna llena podía conceder cualquier deseo que le encomendadas siempre y cuando sea solicitado de manera correcta.
- ¿Cómo será ser un omega?- Dijo en voz baja, casi ni él mismo se escuchaba. Realmente no estaba pensando mucho lo que decía, las palabras salían de su boca de manera inconsciente.
En medio de su delirio el timbre sonó, recibiendo a Max, quien ya estaba acostumbrado a entrar y recibir la oleada de feromonas que el mexicano soltaba en sus celos, aquel aroma ligeramente dulce característico del mayor era agradable, hacía a su alfa sentirse cómodo, por eso siempre que Sergio se acurrucaba junto a él, nunca lo apartaba, en secreto, el se tranquilizaba bajo la fragancia de el otro alfa.
Las cosas se dieron como debía ser, Checo había disfrutado cada momento de ese último encuentro, dejó a su instinto ser. Al inicio por el motivo de que su casta estaba cambiando, intentó dominar la situación, para así hacerle entender a su alfa, que por más que ellos quisiese, ellos no eran un omega.
Gruñía cuando Max lo tomaba, recibiendo una respuesta aún más dominante del menor, a veces intentaba tener el control, queriendo ser por primera vez el que pusiera las reglas, pero el neerlandés no le facilitaba el trabajo.
El alfa de mayor estatura a diferencia de Checo, defendió su casta con todo el orgullo, no podía dejarse ganar por otro alfa que para él estaba catalogado como un omega.
Esta vez al ser la última, decidió darle el gusto de ser él quien cediera, pero no tanto. Dejó que él decidiera cómo hacerlo, poniéndole altos cuando él creía que la dominancia del mayor pasaba la suya. Aún que ya hubiese compartido más celos con el alfa mexicano, esta vez lo sentía diferente, sus feromonas poco a poco se volvieron más dulces, no definía qué pero notas en el aroma del castaño habían cambiado, antes sus feromonas aunque fueran dulces, gritaban alfa, pero ahora era diferente. Sus gemidos y jadeos sonaban más agudos, más placenteros. Sergio casi nunca dejaba salir esos ruidos, a comparación de ahora que no hacía ni el intento de callarlos.
Lo que le sorprendió fue que en ninguno de sus celos compartidos se habían besado, siendo esta la primera y la última excepción, Checo lo besaba con vehemencia, importándole nada cuando abría los labios pidiendo que el menor jugara con su boca.
Después de al fin terminar de saciar al mayor, Max lo alzó en brazos, recostando al mexicano para limpiarlo un poco, se vistió, terminando por irse de la habitación.
- ¿No te quedarás conmigo?- preguntó el de menor estatura, cubriéndose con la sábana hasta solo dejar ver sus pequitas, sus lindos ojitos y su sedoso cabello. Después de pasar el celo acostumbraban a quedarse juntos pues siempre que terminaban era muy tarde, por lo que el hecho de que Max quisiera salir de la habitación y no recostarse junto a él, era algo nuevo.
Max se detuvo en seco, más no giró a verle -Será mejor que no lo haga, Sergio - cerró la puerta tras él, lo último que escuchó fue el chillido de decepción y dolor del mayor.
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Después de escuchar la puerta cerrarse, se dió la vuelta en la cama, mirando la puerta corrediza de cristal que daba hacia la terraza de su habitación, notando como la Luna siempre era testigo de aquel secreto.
La Luna lucía bellísima esos días puesto que su esplendor iluminaba de una manera preciosa. Las personas amaban las noches de luna llena, pues era cuando pedían su deseo. Checo jamás intentó pedir algo, realmente no creía mucho en eso, si él le pidiera algo a la Luna sería que pudiera llegar a ser campeón del mundo.
Cerró los ojos ante la tenue luz del astro que se filtraba por la puerta de cristal, quedando así completamente dormido.
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