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Sergio se había levantado temprano, era su turno de preparar el desayuno ese día, por lo tanto se encontraba en la cocina. Max normalmente se despertaba un poco más tarde, por lo que aún tenía tiempo suficiente para terminar.
Más se llevó una sorpresa cuando unos fuertes brazos le rodearon la cintura y la cabeza del alfa se recostó en su hombro, mientras olfateaba su cuello.
– Buenos días, Maxie – Saludó el mayor, sintiendo como repentinamente el neerlandés comenzaba a dejar ligeros besos en su hombro, despertando a su omega – ¿Maxie?
– Mío, mío – Susurró el rubio, continuando con su tarea.
Fue cuando se dió cuenta, el aroma de Verstappen era distinto, más demandante y mucho más dominante.
El pecoso apagó la estufa y se dió la vuelta para mirar a su pareja, quien tenía los ojos sumamente oscuros debido a sus pupilas dilatadas, sin embargo tenían destellos algunos hacían aquellos ojos zafiros más brillantes mientras que habían algunos con motas verdes.
– ¿M-Max? – Llamó, el alfa lo tomó en brazos, llevándolo de inmediato a la habitación que compartían.
El rubio se sentó en la cama con el mexicano encima de él, besando de manera pasional a su omega.
Sergio se dejó llevar, no había planeado esto, pero, ¿Quién era él para negarse ante las necesidades de su novio?
– ¿Tengo tu consentimiento para hacer esto? ¿Quieres esto? – Escuchó a él neerlandés – No lo haré si tú no lo quieres.
– Lo quiero, quiero ser tuyo Maxie.
No hizo falta más. Volvieron a besarse con intensidad, Verstappen despojó al castaño de sus prendas, dejándolo únicamente en ropa interior.
El menor escuchó un pequeño berrinche proveniente de su pareja, parando todo lo que estaba haciendo.
– ¿Qué pasa?
– Tú aún tienes mucha ropa – Se quejó el mexicano, sacándole una leve risa al contrario.
– Quítamela entonces – Dijo, provocando un sonrojo en el rostro de Pérez.
El mayor comenzó a desabotonar el pijama que su pareja tenía puesto, batallando un poco ante la nublada que se estaba volviendo su mente.
Una vez estuvieron en igualdad de condiciones el de ojos marrones volvió a sentar a su pareja en la cama, subiéndose sobre él, moviendo sus caderas ligeramente sintiendo la gran erección de su novio.
El rubio procedió a terminar de desnudar a su omega, comenzando a preparar su delicado cuerpo. Habían hecho esto antes, claro que sí, pero pasaron varios años desde que sucedió el hecho de compartir sus celos.
Tanteó la entrada del mayor, escuchando algunos gemidos pequeños y asustadizos provenientes del mencionado.
– Tranquilo, relájate, no te haré daño, lo prometo.
