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Se levantó del suelo casi cayéndose por la fuerza empleada, a veces olvidaba que ya no tenía a su cachorro dentro de él, su cuerpo ya no era pesado.
Suspiró y se apoyó en la pared dirigiéndose a la cocina, buscando una de esas vitaminas que su médico le había dado cuando el cachorro comenzó a debilitarse.
Se quedó en ese lugar por un tiempo, mirando el cuadro en su padre como si fuera lo más interesante del mundo.
Ya no soporto estar aquí.
Se quedó absorto en sus pensamientos, cayendo en los recuerdos. Queriendo volver a aquel lugar donde era feliz con Max, su hijo, con su familia.
No quería seguir pasando por eso, no podía, se quebraba en mil pedazos al recordar cada momento qué pasó, todo lo que Verstappen hizo por que él estuviera bien; sus cuidados, sus mimos, todo su cariño. Le dió todo a Checo y él simplemente había escapado de aquel lugar.
Quisiera ya no pensar.
Sacudía su cabeza en el intento de olvidarlos, dejar atrás de una vez su pérdida, no la de su cachorro ni la de Max. La pérdida de su propia alma, podía jurar que su reflejo ya ni siquiera era Sergio, era un simple fantasma vagante por la tierra, esperando a que alguien resolviera los problemas que dejó en su vida para poder descansar.
Acostarme a dormir.
Descansar, no. Ni siquiera lo liberaba de sus problemas, ¿Por qué siempre tenían que aparecer en ellos? ¿Por qué ni siquiera podía dormir? Daría lo que fuera por una siesta tranquila, sin que las abrumantes pesadillas lo persiguiesen por donde sea.
Se recostó en su cama, acariciando las sábanas mientras su ojos comenzaban a lagrimear. Quería a Max, lo quería a su lado, acariciando sus cabellos, diciéndole lo bonito que era.
Sentirme bien.
Al despertar.
Pero él se había ido y era algo que no lo dejaría nunca. Él había decidido que solo le hacía daño a los demás, dañaba a Max, dañó a su hijo, dañó su propia felicidad.
Él no quería lastimar a nadie pero sabía que Max se había perdido a sí mismo cuando estuvo con él, sabía que se iría independientemente, él sabía que no podría soportar que el rubio se separara de él por eso decidió correr de él antes.
Normalmente despertaba por un alfa haciéndole mimos o llevando el desayuno a la cama, pero ahora estaba encerrado en su propia miseria. Despertaba por los horribles juegos que su mente creaba.
Saber que estoy aquí.
Y sin darse cuenta, Sergio se había perdido, ya no sentía ningún dolor ni complacencia cuando cortaba sus muñecas, no sentía tristeza al recordarlos, solo sentía las lágrimas recorrer su rostro, pero las emociones no estaban más en él.
Su mente divagaba, agonizante entre las sombras.
Sombras que atormentaban su existir, sombras que veía por el rabillo del ojo, burlándose de él, recordándole lo miserable que se había vuelto.
Me he quebrado al comprender.
El mundo no se detendría por él, todos seguían con su vida y él simplemente no podía levantarse del profundo agujero en el que había caído.
No encontraba ninguna motivación para seguir, no tenía nada, ni una carrera que correr, ni Max, ni su cachorro, ni nadie, el mismo se había alejado de todos y ahora las consecuencias de esto lo carcomía.
Muy dentro de él un rayito de luz aún vivía, deseando volver al lugar en donde fue feliz, deseando regresar a Max. Pero aquel último sentimiento que quedaba fue asesinado por el recuerdo de que el rubio ya ni siquiera lo quería, no había podido darle a su cachorro, ningún alfa quiere a un omega que no puede concebir. Menos uno que había matado a su propio hijo.
Que todo lo que sentí.
Ya nunca más va a volver.
Max no regresaría, no después de haberle contestado así a Fernando.
Nada de su pasado volvería, nada de su alegría regresaría, nadie iba a salvarlo ahora. Todo aquel amor que alguna vez sintió, todo ese hermoso y destructor sentimiento se había esfumado de su vida cual viento a una flama de una vela.
Cientos de noches pasaron entre lágrimas sin sentido, sin emoción alguna, simplemente lloraba por él, por ser salvado, por volver a ser amado.
Duerme ya.
Sonríe más.
Un día estarás muy bien.
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