Prólogo.

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El flash de las cámaras no se detenía, mientras la joven pareja sonreía posando para la prensa

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El flash de las cámaras no se detenía, mientras la joven pareja sonreía posando para la prensa.

Llevaban cinco años de feliz matrimonio.

A menos eso aparentaban frente a las cámaras. Ella lo sabía, así tenía que ser, solo tenía que verse bonita y sonreír. Fingir estar perdidamente enamorada de su atractivo esposo.

El mismo que la compró, como a un objeto.

Su sonrisa se disminuía, la verdad estaba bastante incómoda.

-Yujin, solo sonríe.- Le susurro Minho, su esposo. Se limitó a asentir levemente y volvió a ampliar la falsa sonrisa.

Su esposo la giro tomándola de la cintura quedando frente a frente. Uniendo sus labios con los de su bella esposa en un pequeño beso, demostrando delante de todos lo mucho que la amaba.

Cuando por fin la soltó, siguieron su camino alejándose de las luces cegantes de las cámaras. Adentrándose al lujoso salón del hotel donde se reunieron toda la élite importante.

-¿Qué estabas haciendo?.- Le recriminó su esposo mirándola mal.

-¿A qué te refieres?.- Evitó mirarlo a los ojos.

-No estabas sonriendo, ya te he dicho que solo tienes que...

-Verme bonita y sonreír.- Completo la frase -Lo siento Minho, es solo que las luces me estaban mareando.

-Bien, solo mantén una buena actitud.- Fue todo lo que le dijo para empezar a saludar a los importantes empresarios y celebridades que ahí estaban.

-Hija, estás aquí.- Su padre llegó hasta ella y la rodeo con sus brazos. -Mi niñita.

-Papá hola.- Sintió reconfortante aquel abrazo.

-Yujin preciosa.- La voz de su madre resonó detrás de ella -Mi amor.

-Hola mamá.- La abrazo, aunque a su madre casi no le gustara tal acción.

-¿Dónde está Minho?.- Fue lo primero en preguntar, Yujin suspiro, ya se había acostumbrado que su madre prestará más atención a su esposo, que a ella.

-Aquí estoy mi querida señora.- Minho apareció y saludo a sus suegros. Mientras se adentraban a una conversación, dejando a Yujin a la deriva como ya era costumbre.

Ella prefería no decir más, ya que cuando lograba colarse a una plática y daba sus ideas y pensamientos la hacían sentir como la más tonta del lugar.

Así que comenzó a pensar que tal vez si era cierto, tal vez todo en ella era un chiste. Tal vez en esos viajes que hizo hace casi cinco años atrás le dejaron pensamientos que no debía tener.

Conforme le repetían todas esas cosas, ella se sentía insuficiente, y con el paso de los años se fue haciendo más pequeña para dejar a su esposo agrandarse a sus anchas.

Cuando Nadie Ve. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora