Capítulo 22. Cuando Nadie Ve.

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                            Yujin

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                           Yujin.

Sus ojos penetraron en los míos, como si quisiera ver cada parte de mi alma.
Podía sentir su aliento sobre el mío, la distancia era nula entre nosotros y eso me gustaba más de lo que creí.

Lleve mis manos a su cara colocandolas sobre sus mejillas y me pare de puntillas tomando de nuevo sus exquisitos labios. Me recibió gustoso, sus manos se aferraron a mi cintura pegándome más a él, si es que eso es posible. Nuestras bocas se movían con auténtica pasión, me estaba haciendo sentir extasiada, mis latidos se aceleraban y sentí como mi cuerpo reaccionaba a él, a su tacto y su imponente presencia.

—No seré capaz de olvidar esto, si es eso lo que quieres.— Dijo al separar nuestros labios —No podré actuar como si no hubiera pasado.— Me miraba directo a los ojos —No seré capaz de alejarme de ti.

—No quiero que lo hagas.

—¿Qué quieres de mi?— Pregunto, sentía lo ansioso que estaba.

—Te quiero a ti.— Respondí con honestidad —Sé lo que sientes por mi, lo he sabido desde que nos conocimos.— Sonreí —Aunque quisiste fingir que no pasaba nada después que supiste mi situación.— Dije refiriéndome a mi matrimonio —Siento lo mismo, pienso en ti más de lo que debería y tenerte cerca es maravilloso...tú eres lo que yo quiero.

—Hermosa no sabes lo feliz que soy de escucharte confesarlo.— Pego su frente a la mía ensanchando una sonrisa —Vamos a llevar esto con discreción, nadie lo sabrá.

—Confío en ti.— Deje caer mi cabeza sobre su pecho.

—Y yo en ti.— Acarició mi cabello —Creo que debemos ir a otro lugar.

—Sí, tienes razón.— Me separe de él.

—Podemos ir al parque, o a cenar, a donde tu quieras.— Ambos sonreímos como un par de bobos por lo alborotado que traíamos el corazón.

—Podemos ir a tu departamento.

—Sí tu quieres.— No dejábamos de mirarnos, la atmósfera se sentía tan liviana, era como estar en mi hogar.

                                [...]

Entramos a un estacionamiento subterráneo y estacionó el auto.
El camino fue ameno, me sentía nerviosa así que no dije mucho, pero ninguno de los dos dejo de sonreír.

—Vamos.— El brillo de sus ojos iluminaban los míos.

Bajamos del auto y antes de ingresar al ascensor tomo mi mano. Una vez dentro marco el piso al que íbamos y el ascensor comenzó a moverse. En cuestión de un minuto estábamos saliendo de este al momento que abrió las puertas.

Jackson se paró frente a la puerta de uno de los departamentos y en la pantalla táctil coloco la contraseña y su huella digital, así la puerta fue abierta.

Cuando Nadie Ve. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora