Capítulo 2

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Ecláire era la ciudad más hermosa de todo Kroné, ni siquiera el poblado de las montañas de Quémore podía compararse con su belleza.

Ecláire provenía de las colonias francesas que se habían fundado en el nuevo mundo, por lo que su estética era opulenta y llena de color. Su especialidad era la platería, lo que ayudaba a que los comercios y mercados brillaran con elegancia. Siempre se encontraban a la vanguardia.

Soobin viajó en la diligencia que llegaba a las afueras de la ciudadela de Ecláire, de incognito. Por fortuna el cochero no se fijó en él y nadie más viajó a su lado.

Cuando llegó al castillo de sus padres, el sol ya se había puesto, solo quedaban algunos tonos anaranjados en el cielo.

Soobin había usado un túnel oculto del castillo para entrar a su habitación tantas veces, que ya lo sabía de memoria. Ninguno de sus padres o de sus institutrices descubrieron el modo en que él se escapaba, y por años le había ayudado a regresar sin que se dieran cuenta de la hora.

Soobin, entró a su habitación, todo estaba de la misma manera en cómo lo había dejado un año atrás. Las tonalidades entre cobalto y añil continuaban siendo la vista principal , su cama adoselada y por su puesto su caballete con sus pinturas al óleo a un lado, todo se encontraba en el mismo estado.

Sus padres no habían cambiado nada, Soobin sintió nostalgia, y un ligero dolor en el pecho casi le arranca las lágrimas que se había tragado desde el momento en que se había encontrado en el piso del Avalon lleno de sangre. Él acarició el lienzo que se encontraba encima del caballete; los ojos verdes más bonitos que hubiera visto en su vida, Beomgyu, a quien aún añoraba con aflicción.

De pronto la puerta de su cuarto se abrió y un hombre alto y elegante de cabello negro azabache, miró a Soobin como si de un fantasma se tratara —¡Soobin! —exclamó lleno de euforia —. No puede ser, ¡benditos los ojos que te ven!, mi bebé está aquí— El hombre caminó con rapidez y emoción y abrazó a su hijo quien no dudo en abrazarlo de vuelta.

Soobin deseaba sentir la protección de su padre.

—Mi pequeño por fin está en casa— El rey Rémy de Ecláire no dejaba de llorar y abrazar a su hijo como si en verdad se tratara de un niño.

—¡Lo siento papi!, lo siento tanto —Soobin no dejaba de disculparse.

La noche se había tornado demasiado oscura para que padre e hijo pudieran seguir en la habitación, por lo que se habían trasladado a la biblioteca y ahora se encontraban sentados juntos en un mismo sofá frente a la chimenea, el rey en ningún momento había soltado la mano del príncipe.

—No fue mi intención escapar, yo...estaba muy enfadado —Soobin narraba todo lo que le había sucedido a su padre, quien le escuchaba con suma atención —. Nunca fue mi intención causarles daño.

—Eso ya no importa cariño, yo sé que tú jamás quisiste nada de esto —El rey habló con pesar —. Ahora lo que importa es...

La puerta de la biblioteca se abrió para dejar ver al otro padre de Soobin, un hombre igual de alto y atractivo que su esposo, pero con el cabello rubio cenizo salpicado por algunas canas. El rey Yves, miró a su consorte y a su hijo con tanta sorpresa, que tuvo que agarrarse al sillón que tenía de frente.

—¡Soobin! —exclamó con nostalgia —¡Volviste hijo mío!

—Y el cabello largo le queda muy bien —El rey Rémy acarició la cabeza del príncipe —. ¿No lo crees, querido?

El rey Yves miró a su esposo, con incertidumbre —Lo creo —admitió en un susurro.

Soobin se levantó del sillón y camino hacia su padre, quien lo recibió en un abrazo fraternal, besando su cabeza con profundo sentimiento.

Rencor©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora