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“"Te encontré", quise decirte esa noche en el bar”.

“Apareciste tan repentina, tan discretamente”.

“Tan maravillosa que no pude quitar mis ojos de ti”.

Iluminaste mi mundo, con una simple mirada”.

Abrió sus ojos lentamente, no habían pasado ni diez segundos desde que se recostó, cuando la inspiración llegaba, no podía dejarla ir, por más que solo fuera un verso, una frase o alguna rima, todo lo que su mente generaba para letras terminaba si...

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Abrió sus ojos lentamente, no habían pasado ni diez segundos desde que se recostó, cuando la inspiración llegaba, no podía dejarla ir, por más que solo fuera un verso, una frase o alguna rima, todo lo que su mente generaba para letras terminaba sirviendo.

Soltó el lápiz para dejarlo junto a las hojas de papel en la mesa, acostándose de vuelta en el sofá, dejó escapar el aire de sus pulmones en un suspiro mientras se dejaba caer, usó sus brazos como almohadas y volvió a cerrar los ojos.

Tardó un poco, pero la imagen de aquella mirada aterrada volvió, la figura de aquella castaña temblorosa y asustada había hecho acto de presencia en su mente otra vez. Volvió a analizarla, volvió a prestarle atención a aquello que despertaba dentro de ella al pensar en aquella mujer, y nuevamente se levantó.

Escribió en la hoja de versos cuatro renglones más, los vio, pasó a ver las frases y después las rimas, tomó un poco por aquí, otro poco por allá y así anotó el último verso en la hoja del centro donde estaba la letra definitivamente.

La sostuvo entre sus manos mientras la leía una última vez, y cuando terminó, simplemente sonrió y la dejó junto a las otras dos hojas que ya había terminado.

Con gran parte de su trabajo hecho, volvió a echarse al sofá y suspiró, miraba al techo de forma perdida, pensando en aquella mujer que por más que le escribiera canciones, no la dejaba.

—¿Quién serás... Mujer misteriosa?

—¿Qué mujer misteriosa? — su pregunta hizo saltar a la menor.

—¡Dia!, ¡¿en qué momento entraste?! — se incorporó, tomando asiento correctamente y fingiendo estar ocupada.

—Cuando estabas escribiendo, ¿de qué mujer hablabas?, ¿otra vez estás de "rompecorazones"?

—Siento tu odio y celos desde aquí— la pelinegra rodó los ojos, acercándose a la peliazul.

—Deja de desviar mis preguntas, y no me importa si crees que estoy celosa, como tu manager debo procurar que los problemas amorosos queden fuera de tu reputación.

—Tranquila, no es nada de eso— le ofreció asiento a su lado, sonriendo levemente.

—¿Entonces? — aceptó el asiento, sin dejar de mirar a la cantante.

—Ayer, cuando fuimos al bar, vi a una mujer, Dia— sinceró, recargando su peso en sus rodillas y mirando las puntas de sus zapatillas— estaba golpeada, y parecía asustada, tomó asiento en la barra, giró en uno de los banquillos y... Me miró— suspiró, como si eso fuera lo más grandioso del mundo.

Songs for My MuseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora