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Mientras la música llenaba el departamento con alegría, la cocina se estaba convirtiendo en un pozo oscuro.

La mente de Hanamaru divagaba por lo que había escuchado de cierta cantante hace unos días.

Intentaba preparar la cena de su esposa, pero su mente seguía repitiendo una y otra vez esas palabras tan encantadoras que lograron quedarse grabadas en su cabeza.

“Quiero que vivas, que disfrutes de tu libertad, que goces del amor y que cumplas tus sueños... conmigo”.

Tomó con firmeza una papa mientras intentaba pelarla, haciendo su esfuerzo por ignorar la voz en su cabeza que seguía cantándole.

“... me gustaste demasiado como para permitir que sufrieras en silencio, me deslumbraste la primera vez que te vi...”.

"Que tonta es", pensaba Hanamaru.
"¿Cómo iba a gustarle a alguien por como se veía?", se molestaba de solo imaginarlo.

“... a pesar de los golpes y la fachada, para mi te veías hermosa...”.

La castaña sintió el calor subir a sus pómulos, comenzó a cortar una zanahoria en pequeños trozos, como le gustaban a su esposa.

“... solo pensaba en protegerte y hacerte feliz, incluso ahora es mi único deseo”.

—Auch... — soltó el cuchillo y tomó su mano, viendo como un hilo de sangre se extendía por el largo y ancho de su dedo.

Sus ojos se cristalizaron, llenándose de lágrimas que se acumulaban en sus párpados.

Las primeras lágrimas fueron derramadas, dejando la evidencia de su llanto junto a las gotas caídas de su sangre.

—Tonta... — sonrió levemente entre lágrimas.

“No te vayas de mi lado, por favor”.

—Esa debería ser mi frase...

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Apagó la grabadora cuando escuchó la puerta abrirse y se levantó del suelo, no estaba segura de si su esposa se molestaría de que hubiera estado escuchando música todo el día, pero era mejor prevenir.

Se acercó a la puerta para recibir el saco de su esposa mientras ella se quitaba los zapatos.

—Bienvenida— su voz escapó de sus labios casi como un susurro, odiaba como su pecho se encogía asustado, odiaba como su estómago daba vueltas ansioso cada vez que estaba frente a esta mujer que alguna vez amó.

La ojiamatista pasó de largo, entrando directamente a la sala para corroborar que todo estuviera en su lugar.

—¿Usaste la grabadora? — no se molestó en voltear, sabía que no era necesario hacerlo.

Hanamaru tragó en seco, ¿cómo se había dado cuenta de ello?, su mirada fue directo al aparato, ahora que lo notaba, parecía estar un poco movido de su lugar habitual.

—Debí haberla movido cuando limpiaba...

Los orbes amatistas se movieron al interruptor en la pared.

—Desconectala, no quiero pagar más en luz de lo que debería gracias a eso— sin más que decir, fue a su habitación a cambiarse de ropa antes de cenar.

La castaña se congeló en su lugar, había estado usando mucho la grabadora últimamente desde que recibió ese disco, Kanan lo descubriría cuando vea el aumento en el recibo de la luz.

Se abrazó con fuerza al saco que olía a perfume barato, uno que no le pertenecía a Kanan.

Su mirada pasó a sus manos, acariciando por la superficie la curita que enrollaba su dedo.

Songs for My MuseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora