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Hanamaru había contraído matrimonio hace tres años tras haber estado en una relación por un año, recordaba el día de su boda como un cálido día de primavera.

El sol brillaba en lo alto, no había ninguna nube opacando el cielo, las aves surcaban los cielos libremente, cantando el coro de su felicidad que, sin saberlo, comenzaría a disminuir a partir de ese momento hasta que se extinguiera por completo.

Debió haberlo sabido desde ese día, la sonrisa de Kanan era tan falsa frente a ella en el altar.

Debió haberlo sabido desde mucho antes, cuando Kanan le había propuesto matrimonio apresuradamente con el anillo de bodas de su madre.

Debió haberlo sabido en algún momento, pues Kanan no se veía tan entusiasmada como ella por la boda.

Se amaban, de eso estaba muy segura. Kanan fue su príncipe de cuento, fue atenta, cariñosa, detallista, romántica, prácticamente era la pareja ideal que ella había soñado.

Nunca entendió la razón, donde encontrar el por qué, solo sabía que el haberse casado fue la peor decisión que tomó en toda su vida.

Debió haber dicho algo, debió haber hecho algo cuando su esposa dejó de querer pasar tiempo junto a ella.

Debió haberse preocupado por los cambios de humor e insultos, pero se lo atribuyó al estrés del trabajo.

Debió haber tomado sus maletas e irse al primer golpe, jamás debió haberla perdonado por ello.

Todas las señales de alerta estaban siendo exhibidas frente a ella, casi golpeándola en la cara, y ella simplemente no quiso escucharlas.

Gracias a ello ahora era muy tarde para irse, ya no tenía escapatoria.

La cantante escuchaba las respuesta de la castaña ante sus preguntas, el dolor no era presente en sus palabras, sabía que estaba ahí, pero no podía distinguirlo, ni tristeza, ni odio, nada, no había nada ahí

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La cantante escuchaba las respuesta de la castaña ante sus preguntas, el dolor no era presente en sus palabras, sabía que estaba ahí, pero no podía distinguirlo, ni tristeza, ni odio, nada, no había nada ahí.

Era un lamento vacío, un grito de desesperación que se perdía entre la oscuridad de la noche para no volver a escucharse.

Yoshiko no sabía como sentirse, claramente se sentía molesta al escuchar las cosas que le hacía Kanan, también estaba notoriamente frustrada por cómo le fue arrebatada la felicidad que debió haber merecido.

Quizás, si se hubieran conocido antes...

—Estás callada— la voz suave que atrapó su oído la hizo saltar— de nuevo.

—Lo siento, solo... Estoy procesando todo— miraba sus zapatos en la arena, habían granos por toda la tela, la castaña asintió.

—Lo suponía.

Yoshiko estaba extrañada, hace unos segundos Hanamaru estaba temerosa de salir del auto, asustada de hacer algo nuevo, pero ahora le hablaba de su vida como si nada le importara.

Songs for My MuseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora