Hanamaru sufre maltratos por parte de su esposa.
Yoshiko es una cantante famosa que regresa a su pueblo natal después de una gira.
Ambas se encuentran por casualidad en un bar, ¿acaso éste será el inicio de una aventura?
“¿Cuándo será el momento en que pueda verte todos los días?”.
“Estoy deseando que eso ocurra”.
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Hanamaru jamás había imaginado la gran cantidad de compañía que le brindaba escuchar música, podía escuchar las mismas tres canciones una y otra vez por horas sin aburrirse, sin sentirse vacía, sin perder la emoción.
Cada nueva reproducción era una nueva vuelta en la montaña rusa que provocaba una explosión en su estómago.
La voz tras las bocinas le susurraba dulcemente al oído, abrazándola con una familiaridad que desconocía, de tantas veces que había estado escuchando la canción estos días, estaba segura de que podía cantarla junto a la voz de la mujer peliazul.
Tarareaba silenciosamente, estando recostada contra la pared y sentada en el suelo al lado de la grabadora, entre más cerca estaba, más grande era el efecto provocado en ella.
Hanamaru se quedó pensando en lo increíble que sería poder ir a un concierto de Yohane, como decía en el case, incluso llegó a imaginar que la próxima vez que se vieran en el bar, la mujer peliazul le daría dos entradas para su próximo concierto.
Lo cierto es que aunque eso llegara a ocurrir, cosa que dudaba, Kanan probablemente no pensaría en llevarla con ella al concierto, sino que le diría que se quedara en casa mientras ella iba con cualquier otra persona, incluso otra mujer.
Estaba al tanto de la infidelidad de su esposa, no era ningún misterio imaginarlo, pero tampoco es como si pudiera hacer algo al respecto.
Una vez intentó reclamar, y terminó con una costilla rota. Así que jamás volvió a quejarse, al menos en voz alta.
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La cantante no había podido dejar de pensar en la castaña y en como su pequeño cuerpo se abrazaba a su disco, como si pudiera ser el escudo que la protegiera de los terrores del mundo.