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La peliazul estrelló su frente contra la barra, había estado esperando tanto tiempo que el sueño comenzaba a invadirla, ¿por qué no aparecía?

Ni siquiera era tan tarde, el bartender le había dicho que debía estar temprano en el bar si quería encontrarla, pero poco a poco sus esperanzas iban disminuyendo.

No quería irse, y estaba dispuesta a quedarse hasta que cerraran el local de ser necesario, pero necesitaba alguna señal de que ella vendría, por más mínima que fuera.

—Otro por aquí— alzó la mano para llamar al chico y que este rellenara su vaso.

Ocultó su rostro entre sus brazos, apoyada en la barra, escuchó la campanilla de la puerta abrirse, pero estaba muy desanimada para levantar la mirada.

—Aquí tienes— escuchó frente a ella, y supuso que su bebida había llegado.

—Gracias... — se enderezó, tomando su vaso de refresco y mirando los hielos flotar, dando el primer trago.

—D-disculpe...

Escuchó una voz suave y tierna cerca de ella, tan dulce que llegó hasta su pecho.
Se giró un poco para ver a la portadora, encontrando a una pequeña castaña encogida tomando asiento justo en el banco vacío a su lado.

Sus ojos se abrieron de par en par, sintiendo como si todo el mundo se hubiera detenido, como si todo hubiera desaparecido para solo dejar a esa castaña en su vista.

Después de que hablara con el bartender, la castaña bajó la cabeza mientras esperaba su ticket, esa fue su oportunidad.

—¡Hey, hola! — llamó de primeras, en un tono más alto del que le hubiera gustado, obviamente provocando que la castaña saltara del susto— l-lo siento.

La contraria no dijo nada, solo alejó su cuerpo y se encogió aún más.

—Soy Yoshiko, acabo de volver al pueblo, ¿vienes por aquí seguido? — sonrió, intentando obtener alguna respuesta, una que no llegó— ehm... Tus ojos son muy bonitos— sintió de inmediato la mirada de la castaña, parecía nerviosa y temerosa, sus mejillas se tornaron rojizas de solo verla— ¡no quise decir eso!, bueno, técnicamente si quise porque eres muy bonita, ¡pero no quiero incomodarte!, solo creo que deberias escucharlo, aunque seguramente deben decirtelo seguido porque, bueno, yo lo haría, y tecnicamente acabo de hacerlo pero-... Ah diablos... ¿Qué estoy diciendo ahora?... — suspiró derrotada.

Cuando pensó que su posible única oportunidad de hablar con su musa se había arruinado, vio un gesto que le movió el mundo en 180°.

Incluso con los mechones de su cabello desordenados, incluso con sus mejillas moteadas de un tono verdoso, incluso con un labio partido, incluso con todos aquellos descuidos que herían su corazón, la pequeña sonrisa que se formó en ella fue una imagen que se quedó grabada en la memoria de la peliazul.

—Aquí tienes tu ticket— llegó el bartender, entregándole aquel pequeño trozo de papel blanco a la castaña.

—G-gracias— tomó su recibo y se levantó del banco, dándole una última mirada discreta a la peliazul que seguía ruborizada antes de marcharse.

—Hey, ¿qué ocurrió?, ¿todo bien? — preguntó el chico, pues Yoshiko se había congelado en su asiento.

—Creo que me enamoré...

—Pff, eso ya lo sabíamos, tonta— rodó los ojos con desdén, siguiendo con su trabajo.

Si Yoshiko ya estaba decidida a salvar a esa castaña, ahora estaba totalmente determinada a cumplir su objetivo.

Si Yoshiko ya estaba decidida a salvar a esa castaña, ahora estaba totalmente determinada a cumplir su objetivo

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Songs for My MuseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora