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Tú, una persona ansiosa, odiaba las relaciones; te desgastaban tanto físicamente como mentalmente debido a que sonbrepiensas todo lo que hacen o dicen tus parejas.
Teniendo todo ésto en cuenta, querías matarte puesto qué te habías puesto recientemente de novia, y para colmo, con un militar extranjero.
Él es bastante serio pero ama los detalles, cada vez que se ven parece como si hubieras comprado medio centro comercial, ama mimarte, simplemente eres tú creyendo que su seriedad podría ser falta de interés.
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—Si no me dices que es lo que pasa, yo nunca podré ayudarte cariño.— habló en casi un tono susurrante y dulce en tu oído mientras tú tratabas de contener tus lágrimas, repetías constantemente un "No" "Estoy bien..." mientras tratabas de no temblar por tu ansiedad.—
Él te tomó en brazos, sentandote en su regazo, te rodeó cálidamente con sus brazos, recostaste tú cabeza en su amplio pecho y él recargó su mentón en tu hombro, mantuvo un silencio empático y de vez en cuando dejaba pequeños besos en tu hombro.
Debido a las acciones del mayor tus lágrimas comenzaron a correr por tus pómulos, él te dejó llorar en silencio hasta qué entre sollozos ahogados te disculpaste por tu comportamiento inmaduro.
— Está bien, pero entiende que cómo tu me ayudas con mis ataques de pánico, yo también quiero ayudarte en ésto. Y yo sé que crees que voy a dejarte por ésto, yo sé que no crees en simples palabras, pero déjame demostrarte cuánto me importas.
Asentiste algo avergonzada, él te dió un suave beso en tu pómulo izquierdo, y sin saber cómo, te quedaste dormida.
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—¡Ya sueltame, carajo!
Te sorprendiste al sentir un muy leve empujón de su mano para alejarte de él, sonreiste comprensiva, estar en medio de un ataque de pánico no era algo realmente lindo.
Él se encontraba en una esquina de la habitación, sollozando la muerte de un amigo cercano, te sentaste frente a él en el suelo, respetando su distancia, le susurraste un "Te amo" y esperaste hasta que él te permtiera acercarte. König te miró, y con esa sola acción saltaste hacia sus brazos sintiendo las lágrimas del mayor mojar la ropa que cubría tus hombros, sus manos temblorosas reposando sobre tus muslos y su respiración agitada chocar contra tu cuello.
—Vamos, respira amor.
Acariciaste su espalda alejándolo de aquel abrazo, le indicaste cómo debía de respirar y él calmo siguió el ritmo de tu respiración, tomó tus manos y las beso, de sus ojos verdosos aún caían lágrimas gruesas, su dolor inmenso te sacudió, acariciaste sus cabellos y dejaste que se desahogara, lo invitaste a levantarse del suelo, lo encaminaste hacia la cama, y entre palabras melancólicas del austriaco y pura comprensión y amor, lograste que se durmiera en tu pecho. Suspiraste, dejando un suave beso en su cabeza tomaste el control de la tv, pasando de canal en canal, realmente no estabas mirando nada, solamente pensabas en qué golosina hacerle de comer al mayor para ponerlo de buen humor.
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Independientemente de su labor, él te mandaba cartas, ciertamente no sabías cómo le hacía para que te llegasen, tampoco ibas a preguntar.
Algunas de las cartas eran escritas con crayolas que él a veces encontraba en el campo cuando tenía algún que otro rescate, o con una lapicera de 6 colores de pompompurin que le habías regalado, sabías que siempre la llevaba consigo y el simple hecho de imaginarlo a él, escribiendo con una sonrisa una carta con una lapicera tan tierna, te llenaba el alma de un sentimiento cálido que procuras es amor.
Las cartas a veces eran decoradas con dibujos hechos por él cuando tenía tiempo, dibujos tuyos, dibujos de paisajes, dibujos de animales o hasta un dibujo algo bizarro de un Ghost frutilla, te asombraba su nivel de creatividad.
Pensaste en que nunca nadie se pensaría que aquel hombre de porte imponente, serio y tenebroso podría hacer dibujitos en cartas de amor, tu tampoco te lo hubieses imaginado.
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— Deberías quedarte...
Hablaste con tus manos temblorosas, sosteniendo en un apice de ansiedad las manos del mayor que solo se dignaron a acariciar las tuyas.
Sonrió para depositar un suave beso en la comisura de tus labios, acarició tu cintura y te susurró un "volveré pronto schatz" se colocó su máscara y en medio de la mañana desapareció por el marco de tu puerta principal.
Suspiraste sintiendo el vacío que dejó al irse, subiste las escaleras y volviste a dormir imaginando las cartas que te llegarían en un par de horas en conjunto a sus tiernos dibujos.
Sabías que no era fácil ser pareja de un militar, pero por alguna razón, te querías quedar allí.
Esperarias por él y por su cálida seriedad.
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Volví con algo chill, tranqui. Últimamente estoy muy ocupada, trataré de hacer algo de tiempo...