Ja, ¿creían que me había ido? Yerba mala nunca muere muchachas, solo se expande.
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Te encontrabas en éxtasis con la vista.
El suave pullover de algodón rosado era sostenido por los dientes de tu novio dejando su Abdomen descubierto. Su polla fuera del jean, dura y goteante ante la sensación del vibrador en su punta, él, sosteniéndose a fuerzas de las orillas de la cama, sentado en ésta dándote un buen show.
— Yo... Por favor.
Gimió el mayor temblando, había contenido su vértice de placer al máximo, podías ver cómo su cabeza chorreante palpitaba y no solo por el vibrador atado en él.
Sonreiste cínica, tu centro húmedo, apretaste tus muslos en tu silla al otro lado de la habitación.
— Sacate el vibrador.
König, desorientado por las emociones y sensaciones fuertes pareció no escuchar, te levantaste de tu silla y lo abofetaste. No pudiste evitar soltar una risa burlista al ver cómo tu novio soltó un sonoro gemido y chorreó todo el vibrador y su abdomen de esperma.
— ¿Ya te viniste huh?¿Con el permiso de quién?
Su voz tembló debajo de tu mirada atenta.
— Konigin, ich...(Reina, yo...)
Balbuceó palabras inentendibles, las cuales no les diste importancia, sentándote en su regazo caliente, tomaste su polla entre tus manos y comenzaste un vaivén lento pero seguro.
Él se exaltó bajo el tacto de sus manos frías, luego se recostó sobre sus codos en la cama tirando su cabeza hacia atrás, moviendo sus caderas contra tus manos, ayudandote a recorrer su falo con mayor estimulación. A unos pasos suyos había un ventanal, con cortinas blancas que dejaban traslucir la luz de la luna, era su único destello de luz en esa noche, con las luces apagadas, admirabas como aquella luz vespertina resplandecia por sobre la piel sudorosa de tu pareja, su abdomen bajaba y subía en conjunto a sus respiraciones rápidas y agitadas. Como los chirridos de la ventana por el viento eran acompañados de gemidos lamentosos provenientes de cálidos labios austriacos.