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Hyunjin no siempre tuvo una mala vida. La gran mayoría de su vida fue un infierno en el cual lo sigue viviendo, pero hubo una vez que si fue feliz...

Los siete años de Hyunjin.

El era muy risueño, amaba dibujar, pintar y jugar en el departamento nuevo. Se metía al armario de su mamá y jugaba a venderle bellos vestidos y hacerla desfilar, desbordando risas y carcajadas con ella. Todos los sábados salía al parque, tomaba helado, aprendió a andar en bicicleta y una vez pudo viajar con su mamá a la Isla de Jeju.

Claro, lo hacía porque su madre fue obligada a tener un tratamiento para la adicción. Había pasado tres meses alejada de su hijo, quien estaba con la asistente social, y ella tenía terapia regularmente.

Todo iba muy bien. Miyoung amaba pasar tiempo con ese lindo y sonriente niño y juró darle la vida digna que les estaba llegando.

Todo se fue a la mierda en cuestión de segundos.

La historia comienza con una Miyoung de dieciocho años. Ella siendo tan joven perdió a su madre, quedándose al cargo de sus dos hermanos menores y viviendo con un padre borracho que la abusaba de todas las formas que existían.

Ella limpiaba, cocinaba, lavaba la ropa, hacía los deberes, se desvelaba por su familia, recogía a sus hermanos del colegio y lo peor que le podía pasar era tener que servirle a su padre y amigos cuando se reunían a beber.

Sus hermanos tampoco eran unos santos. Al ser hombres y con el mismo carácter de su padre, también se abusaban de ella física y psicológicamente, sin evitar los acosos sexuales a su propia hermana.

Miyoung se cansó, abandonó su casa y jamás volvió. Su padre estaba afuera gritándole que regresara, tenía preparado el fierro para golpearla si decidía volver. Nunca imaginó el señor Hwang que esa sería su última vez viendo a su hija, aun estaba vivo, pero no la vio luego de dieciocho años.

La pobre chica se escapó pero jamás pensó a donde iría. Para ella era mejor dormir en una banca del parque, al menos no la encontraría su padre y estaba cerca de una estación de policía por si decidía hacerle algo.

Esa noche fue el comienzo de su infierno.

Ella estaba sentada mirando frente a una tienda. Estaban cerrando, las empleadas se saludaban amablemente y la dueña terminó por cerrar completamente, yéndose a su casa.

Al estar la calle vacía, de un auto, que quien sabe cuanto tiempo estuvo ahí estacionado, bajó un hombre. El se veía tan formal vestido, tal vez era abogado o contador. Se acercó a la joven y ella se alejó un poco de el, sintiéndose incómoda.

—Buenas noches. ¿Estás sola? Este lugar es peligroso para jóvenes como tu.— le comentó con un dulce tono. Miyoung le miró desconfiada. El hombre abrió su billetera y le mostró una foto de una niña no mayor a nueve años.— No desconfíes, soy padre de una niña. Ella es Haneul, mi pequeña.— guardó la billetera.— ¿Esperas a alguien o no tienes donde dormir?

Le insistió tantas veces que Miyoung ya estaba harta. Temía levantarse y que el le hiciera algo o le tomara el brazo, solo se mantuvo en silencio y mirando a otro lado. Podía jurar sentir su corazón a punto de salirse de su cuerpo.

—Déjame llevarte a mi casa. Puedes dormir con mi hija y mi esposa te ayudará. Es mejor antes de que alguien te haga daño aquí. Vamos...— se encaminó a su auto. Hwang no se movía.— Descuida, ayudo a las chicas. Teniendo una niña no podría dejar que una chica sufra como podría pasarle a ella.

Miyoung, con total desconfianza, se levantó y siguió al hombre. El señor sonrió y le abrió la puerta del auto, dejándola entrar...

Si pudiera hacer un efecto mariposa lo hubiera hecho hace tiempo.

Fear~ hyuninDonde viven las historias. Descúbrelo ahora