1- La petición del señor Tengen

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Narra Fuyuka.



Entré en un almacén oscuro, sucio y abandonado. El olor a humedad y polvo hacía que mi nariz picase a causa del olor intenso que lo que hacía es que las ganas de estornudar se pronunciasen. Tuve que llevar uno de mis dedos hacia mi nariz para apretar con fuerza y que el estornudo no se elaborase.

Debía de exorcizar a la maldición que se suponía que se había formado en el almacén a causa de su cercanía con el tanatorio del barrio. Los sentimientos negativos que se concentraban en ese tipo de sitios hacían que las maldiciones se crearan en estos lugares esperando a acechar a cualquier humano idiota que se acercase por el lugar. 

El profesor Yaga me había mandado sola. La maldición era de primera categoría y según él para un hechicero de categoría especial sería pan comido. 

Este era mi segundo curso en el colegio de hechicería de Tokio, donde estaba cursando segundo. Ya tan solo me quedaba dos años para poder graduarme y convertirme en una hechicera con titulo. 

Solo dos años para librarme de mi asquerosa familia.

Aunque cada vez lo veía más y más complicado. ¿Qué iba a hacer yo sola después de huir? No me quedaba nadie. Mi padre y mi madre estaban muertos, al igual que todos mis familiares de Egipto. Mi madre fue hija única, que se crió de la mejor forma que sus padres pudieron permitirse, aunque mis abuelos murieron antes de si quiera poder conocerlos. Por lo que mi madre me contó ellos murieron unos meses antes de que ella se marchase a Japón junto a mi padre. 

Podía marcharme, empezar una nueva vida llena de esperanza y tranquilidad. Una nueva vida donde el clan Igarashi y su maldito dinero no me encontrase. Pero eso conllevaría a dejar sola a Hoshi, la única trabajadora de la casa Igarashi que de verdad me trataba bien y parecía quererme. Hoshi podría tener la misma edad que ahora mi madre tendría. Llevaba trabajando para el clan desde mucho antes de que yo llegara a la familia. El líder del clan (que era mi abuelo) la había puesto a mi disposición, para que me educara en los estudios y en la forma de comportarme, ya que según ellos parecía una mocosa salvaje sin la educación que una mujer de alta cuna debe tener. 

Idiotas... 

Sabía que si me escapaba, Hoshi no dudaría ni un solo segundo en ayudarme a escapar. Pero yo no tenía nada de dinero, ni para mi ni para ella, por que ni loca la dejaría a merced de esos desgraciados. 

La única manera que tenía para poder tener dinero y marcharnos las dos juntos era graduarme para podernos marchar. Pero había otro inconveniente que hacía que el querer marcharme se borrara de mi propósito. 

Mas que un inconveniente era alguien que portaba un pelo tan blanco como la nieve en una fría tarde de invierno y unos ojos azules con el mismísimo cielo plasmado en ellos.

Y sí, después de cuatro años sin ver a Satoru, los dos nos reencontramos el primer año de la escuela. Todo resultó tan extraño. Ni siquiera me preguntó el por que un día dejé de verlo, aunque supuse que estaba bien informado de todo lo que había pasado. No por nada era el futuro líder de uno de los tres clanes. Pero el abrazo que nos dimos en el momento en el que nos encontramos fue suficiente para calmar el frío que recorría en mi interior desde el momento en el que mi vida se fue a la mierda.

Desde entonces, Satoru apenas se separa de mí, alegando que teníamos que recuperar el tiempo perdido. Y aunque lo notaba tenso cada vez que era llamada al clan Igarashi, cuando volvía siempre examinaba mi rostro en busca de alguna herida o rastros de maquillaje blanco para quitármelo. Él odiaba que tapase el color natural de mi piel, pero esto era algo que no podía desobedecer a mis abuelos. 

INFINITO | Gojo SatoruDonde viven las historias. Descúbrelo ahora