18 - Adiós amigo

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Narrador omnisciente



La sorpresa inundó de lleno a Asim.

El lugar que había aparecido a su alrededor transmitía una paz que jamás había sentido desde hacía mucho tiempo.

El suelo era de arena blanca y parecía moverse como si se tratase de olas del mar impulsada por la suave brisa marina. En el cielo, que momentos antes estaba completamente oscuro, empezaron a aparecer preciosas estrellas rodeadas de polvo y gas que creaban preciosas nebulosas de diversos colores como el morado, el azul, el amarillo... Incluso en el horizonte se podía observar lo que parecía ser una galaxia rodeada de estrellas.

Era precioso.

Y Asim no podía dejar de mirarlas.

Eran como sus ojos. Esos preciosos ojos que parecían contener las mismas estrellas que estaba viendo en ese momento.

Casi podía sentir como si pudiera flotar entre ellas para alcanzarlas entre sus manos.

Parpadeo con fuerza cuando se dio cuenta que se encontraba en una ensoñación y de repente recibió el intenso sol en su rostro y la claridad del cielo totalmente despejado se filtraba por sus párpados cerrados.

Abrió los ojos sorprendidos cuando lo primero que vio fue su antigua casa. ¿Se había quedado dormido después de su pelea contra su enemiga?

La puerta de su antiguo hogar parecía estar entreabierta. Como si estuviese esperando a su dueño después de tanto tiempo para darle la bienvenida como años antes había hecho.

La felicidad salió por cada poro de la piel de Asim.

Lo había conseguido. Había matado a la muñequita. Había terminado con la sangre maldita de quien había desterrado a su antepasado.

Gojo Fuyuka había muerto. La había matado con sus propias manos.

Soltó una carcajada cuando recordó lo reconfortante que fue sentir su sangre caliente en sus manos. Era un deleite que viajó directo a su corazón. Pero lo que lo hizo sentir realmente poderoso fue como su marido, el hombre de cabellos blancos y vendas en los ojos, retrocedía con el espanto escrito en su único ojo descubierto y su boca fruncida por el dolor.

La había perdido. Gojo Satoru había perdido a su esposa por su propia mano y no se había atrevido a enfrentarse a él.

Si. Se sentía poderoso. Demasiado poderoso.

Como si pudiera tener el mundo en sus manos si así lo quisiera.

Con felicidad y gozo entró en la casa de su infancia. Vio como todo estaba en su lugar, tal cual lo dejó años atrás. Los muebles estaban repletos de varios ídolos de Ra, con su cabeza de halcón siempre mirando hacia arriba, hacia el cielo.

Le extrañó verlo todo estaba bastante limpio. No había ni rastro de polvo ni tampoco una gota de sangre de cuando su familia fue masacrada. El no se había dignado ni a limpiar la sangre de su familia, tan solo se marchó y nunca más volvió.

Pero incluso olía a comida, como si su madre estuviese en la cocina preparando el almuerzo. Y eso lo hizo sentir algo extraño en su interior.

Al entrar en el comedor, Asim frunció el ceño cuando vio un plato de Fatteh aún caliente encima de la mesa. Su comida favorita. A su madre siempre le salía delicioso. La carne siempre le quedaba en el punto perfecto, jugosa y blanda; el sabor a ajo y vinagre era un gusto en su paladar. Era la comida perfecta para comerlo con un pan crujiente y tostado.

INFINITO | Gojo SatoruDonde viven las historias. Descúbrelo ahora