Narrador Omnisciente.
Sus ojos azules con el cielo plasmado en sus pupilas no dejaban de mirar a la pequeña niña de rizos cobrizos que agarraba con fuerza la mano de su madre.
La niña parecía quedarse engatusada con cada una de las flores que se encontraba por el camino empedrado del inmenso jardín. Llevaba puesto un kimono rosa pastel, adornado con flores de un rosa fucsia que hacía contraste con las preciosas mariposas de color morado que se posaban en algunos pétalos con las alas abiertas. Su ondulado cabello cobrizo se agitaba con la brisa primaveral que arrastraba los olores florales y dejaba algunos mechones revueltos. Su piel tostada parecía estar besada por el sol de los días de verano.
Pero lo que impresionó a Satoru fue los ojos de la niña cuando esta junto a su madre se acercaba a él.
Jamás había visto unos ojos más hermosos que no fueran los suyos. Los orbes de la niña poseía diferentes tonos de morados y azules, asemejándose a un cielo repleto de estrellas y galaxias llenas de vida y esperanza. Sonrió con un poco de arrogancia cuando la niña abrió la boca sorprendida al ver sus ojos. Ya estaba bastante acostumbrado a ver esa reacción en todas las personas que veía sus ojos. Pero esta ves era diferente. Esta vez lo sentía distinto. Como si sus ojos estuvieran destinados a conocerse o encontrarse.
—Ve a jugar con Satoru, cariño —dijo la madre de la niña soltando su mano.
Observó como la niña hacia caso a su madre y se acercaba a él un poco nerviosa. La madre de la cobriza se había ido en dirección donde sus padres esperaban. Aunque Satoru no se espero que incluso con el nerviosismo que recorría a la pequeña, se atreviera a sonreír con dulzura en su dirección.
—Hola
Con la vista fija sobre ella, Satoru no dejó de escudriñarla. Normalmente la gente mostraba más respeto hacia él, solo por ser el portador de los seis ojos.
Que esa mocosa se acercase a él como si no supiese quien era y le soltase un hola tan tranquilamente con una sonrisa tan dulce, era algo que jamás pensó ver en sus diez años de edad.
—¿Quién eres tú? —preguntó brusco sin contestar el saludo, borrando la sonrisa de la pequeña de su boca.
A veces, Satoru podía llegar a ser bastante irrespetuoso, pero la mayoría de las veces lo hacía sin darse cuenta. Sus padres lo consentía en todo y siempre se veía rodeado de lo que quería, sin consecuencias de por medio. Aunque sintió algo pesado en su pecho cuando el rostro de ella se entristeció por su culpa.
—Soy Igarashi Fuyuka —dijo en voz baja con una sonrisa tensa—. Espero que podamos ser amigos, Satoru.
Él se quedó callado por unos segundos.
—¿Amigos? —susurró bajito.
Él no tenía amigos.
Tenía sirvientes y una familia entera a su disposición cada vez que quería.
Pero no amigos.
Sintió un extraño sentimiento reconfortante en su pecho, como una pequeña llama caliente que no llegaba a quemar y se extendía por todo su cuerpo haciéndolo sentir vivo. La calidez se intensificó cuando la brisa atrajo el olor de las flores mezclado con el aroma del melón dulce que Fuyuka desprendía, recordándole a un día cálido de verano en la playa.
¿Quería tener amigos?
No. No lo quería, lo anhelaba.
—Entonces lo seremos, Fuyu.
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INFINITO | Gojo Satoru
Fantasía-Eres el aire que respiro, Satoru -susurré rozando sus labios que formaban una sonrisa dulce. -Y tú... tú eres mi infinito, cariño. Nuestros labios se juntaron, formando una danza al ritmo de una suave melodía. Profesando un amor tan inmenso como el...