10 - La calma después de la tormenta

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El templo por desgracia no estaba en completo silencio como a él le gustaría. Una respiración forzosa se escuchaba logrando que su paciencia fuera tentada.

Estaba sentado sobre un tatami elevado del suelo, sus ropajes de monje estaban bien acomodados y su cabello largo estaba recogido en un medio moño, dejando su típico mechón caer sobre su frente. A sus espaldas colgaban tres kakemono con una frase cada una; "Muerte al necio" "Castigo al débil" "Amor al fuerte".

Sus ojos afilados no dejaban de observar los orbes morados que no mostraban más que furia y maldad, tan parecidos y a la misma vez diferentes a los que a él le gustaban tanto, faltantes de esa suavidad y iluminado por las estrellas que solo ella poseía.

<<No se parecen en nada>> pensó sin dejar de mirarla.

La mujer que anteriormente tenía su cabello más oscuro, ahora se encontraba grisáceo completamente y bastante maltratado. Su kimono azul, estaba rasgado y sucio, salpicado en sangre. Su rostro se mostraba demacrado, dejando ver unas arrugas que antes apenas eran notorias. La recordaba de su año en la escuela, cuando llegó junto al líder del clan Zen'in, mostrando su belleza a pesar de su edad y creyéndose la dueña de todo el lugar.

<<Ahora no es más que una pasa con patas>> pensó formando una gran sonrisa en su boca.

La mujer lo miraba con el ceño fruncido, esperando a que le diese permiso para hablar, algo que no pensó que tendría que hacer jamás.

—Los mandamases de la hechicería te están buscando —dijo sin borrar su sonrisa de sus labios —. ¿Qué es lo que haces aquí, en mi templo, Igarashi Den?

Intentó esconder su desprecio, pero era algo que le estaba costando bastante. No olvidaba lo que Fuyuka había soportado en ese clan y menos aún olvidaría cuando llegó a sus oídos que había sido azotada y abandonada en un templo del clan sin ni siquiera curar sus heridas. Se alegraba de que Satoru los hubiera matado a todos, ya que se ahorró el tener que ir él a masacrar a todo ese asqueroso clan.

—Geto Suguru -dijo haciendo una reverencia —. Vengo a pedir tu ayuda.

Subió una de sus cejas y se levantó del altar para acercarse un poco más a ella. Sabía que la mujer era traicionera y maliciosa, por lo que se hacía una idea de por que estaba allí.

—¿Mi ayuda? -preguntó rodeándola con pasos lentos —. En este lugar buscamos la exterminación de los monos, ¿de qué me servirá prestarte mi ayuda?

La mujer lo miró a los ojos cuando este terminó de dar sus últimos pasos para colocarse frente a ella. Tuvo que levantar su cabeza para poder mirarlo, ya que este era mucho más alto que ella.

—Si me ayudas, tendrás a tu disposición mi poder —dijo un poco intimidada por su mirada penetrante —. Solo tienes que matar a Igarashi Fuyuka.

Suguru dejó de sonreír y la miró seriamente.

La mujer pensaba que abandonó la escuela odiando a todos los hechiceros, siendo esto incorrecto, ya que no había cosa que no deseara más que un mundo de solo hechiceros.

-No suelo matar a hechiceros. Estos son demasiado útiles para el mundo que quiero crear.

-Es importante que ella muera -dijo con desesperación, tratando de manipularlo -. Los hechiceros se interponen en tu plan para poder asesinar a los monos, si la matas no tendrás que lidiar con ella en un futuro ni con su técnica. Solo me necesitas a mi a tu lado, te convertiré en el rey de la hechicería. Serás el hechicero más fuerte, ni siquiera el rey de las maldiciones te llegará a los talones.

INFINITO | Gojo SatoruDonde viven las historias. Descúbrelo ahora