Satoru era consciente de las miradas sospechosas que le lanzaba Nanami. Sabía que no era santo de su devoción, pero desde que Haibara murió y Suguru se marchó, los dos se habían vuelto más unidos. Aunque le hacía bastante gracia sacar al rubio de sus casillas, como solía hacer con todo el mundo, Nanami parecía que iba tolerando su presencia con el tiempo, aunque esto era gracias a Fuyuka, que convenció al rubio para que se acercase más a él.
Al final para Satoru, Nanami se convirtió en un gran apoyo y viceversa, algo que agradeció después de que Suguru se marchara y dejara un gran hueco en su corazón. Suguru fue su mejor amigo, su confidente, por lo que se sintió traicionado en cuanto este hizo lo que hizo de forma egoísta a sus ojos. Desde ese día se prometió que empezaría a proteger a los más jóvenes para que no terminaran como Suguru, por eso se convertiría en profesor, para ayudarlos en su formación. Terminaría con la opresión de los altos mandos y sus ideas pasadas de moda que lo único que buscaban era la muerte de aquellos que no seguían sus ridículas reglas.
Cambiaría el mundo de una forma diferente a Suguru.
Pero este día era diferente ya que desbordaba felicidad por todos los poros de su cuerpo. Caminaba mientras canturreaba una canción y movía los hombros al mismo ritmo de esta, siendo seguido por Nanami que cada vez tenía su ceño más fruncido.
—¿Por qué estás tan feliz siendo tan temprano? —preguntó Nanami con su típico desagrado de siempre.
Satoru estaba a cargo de la misión de primer grado de Nanami, Yaga quería ver si este podía subir de categoría como hechicero. Realmente fue petición de Fuyuka, que era la que lo había solicitado, ya que normalmente entrenaba con el rubio y ella misma le dijo a Yaga que Nanami ya estaba preparado para ser de primera categoría. Por lo que el director mandó a Satoru para vigilar y observar si esto era verdad. En el caso de que las cosas salieran mal, él intervendría para que Nanami saliese ileso.
Soltó una risa cantarina y es que su felicidad no podía ser más que lo que había pasado esa noche. Despertar junto a una Fuyuka desnuda y enredada en su cuerpo era algo que llenaba su corazón de tanto amor, que se olvidaba de cualquier mal que en cualquier momento pudiese sentir. Cuando besó todo su cuerpo con ese sabor dulce y adictivo pensó que podría morir en paz. Ella en sí ya era una droga demasiado adictiva, incluso más adictiva que sus amados dulces.
Sabía que ella sería su condena y perdición, pero también era su salvación. Ella es esa cuerda que mantiene su cordura a raya, permitiendo que la locura quedara atada en su interior
Le tenía una gran sorpresa a ella y a los chicos, algo que sabía que le iban a encantar. Estaba deseando enseñarle su regalo, de solo imaginar su cara de felicidad, su corazón se aceleraba tanto que parecía que se saldría de su pecho en cualquier momento.
—Que no te intimide mi felicidad Nanami. Algún día tú también estarás en mi posición, solo espera y verás.
Satoru soltó una risilla provocando una mirada confundida en el rubio.
—Estás loco —susurró bajito Nanami.
Este lo escuchó, pero decidió ignorarlo.
Nada sería capaz de borrar la felicidad que lo embargaba.
—Es aquí.
Satoru señaló con su mano un enorme edificio en obras que desprendía una gran cantidad de energía maldita, provocando un gran escalofrío en el cuerpo de Nanami.
—¿Seguro que es de primera categoría? —preguntó mirándo al de pelo blanco como parecía estar normal, como si la maldición no fuese más que un simple mosquito al que podría aplastar con un simple dedo de su mano —. Parece demasiado fuerte.
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INFINITO | Gojo Satoru
Fantasy-Eres el aire que respiro, Satoru -susurré rozando sus labios que formaban una sonrisa dulce. -Y tú... tú eres mi infinito, cariño. Nuestros labios se juntaron, formando una danza al ritmo de una suave melodía. Profesando un amor tan inmenso como el...