| 𝐂𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 𝐗𝐗𝐗𝐈𝐕 |★

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Tumbada en mi cama cerré los ojos

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Tumbada en mi cama cerré los ojos. El aún presente frío invernal entraba por mi ventana. Se me erizó la piel al notar la brisa chocar contra mi piel, haciendo que tuviera que taparme con la manta. Había vuelto tras un agotador día de trabajo en la tienda. Necesitaba descansar un poco antes de abrir directo por la noche, como tenía planeado.

Noté una vibración en mi lado, que me hizo salir del trance. Abrí los ojos y levanté la pantalla de mi teléfono, para ver un nombre que jamás pensé que me estaría llamando: Ibai. Abrí los ojos como platos y me levanté rápidamente, cogiendo la llamada.

- ¿Sí?- dije, jugueteando con mi pelo nerviosamente.

- Hola, ¿Alma, verdad?- preguntó. Me emocioné al escuchar su voz al otro lado de la línea.

- Sí, sí. Dime.- traté de mantener la calma, aunque me estaba muriendo por dentro.

- Verás, te he llamado porque recientemente he estado viendo algún stream tuyo y me encantaría que pudieras participar en la Velada de este año.

Abrí la boca, sorprendida. No sabía si lo había escuchado bien, me negaba a aceptar que Ibai me estaba invitando a ese gran evento. Además, Ibai Llanos había estado en mi directo.

- ¿Perdón?- quería verificar si no estaba soñando.

- Si te parece bien, he pensado para que seas una luchadora de la Velada. Si aceptas ya te mandaré todo lo necesario y el funcionamiento de todo.

- Claro, claro. Me apunto.- dije sin pensar.

- Perfecto, voy a llamar al resto. ¡Ya hablamos!- dicho eso, me colgó sin darme tiempo a responder.

Definitivamente estaba loca. Había aceptado participar en un evento para pegarme cuando estaba fofa. Mi cuerpo fofisexy decía que no a la idea, pero mis ovarios eran más grandes. Me quedé de pie unos instantes, reflexionando lo que acababa de pasar. No sabía ni cómo entrenaría, ni si iba a llegar al plazo con mis entrenamientos, ya que tenía una pésima condición física y calculaba que la Velada sería en julio.

Decidí ir a casa de Misho, hábito que se había vuelto bastante común en mí, para darle la noticia. Cuando me aburría, estaba triste, cansada o simplemente quería compartir mi felicidad con alguien iba a su casa. Si iba a su casa para cualquier gilipollez, ¿por qué no iría para darle la noticia y arrastrarme para que me ayudara? Su reacción probablemente sería una mierda, ya que ambos sabemos que no me llevo muy bien con las máquinas de gimnasio y que me canso por todo.

𝐕𝐈𝐍𝐓𝐀𝐆𝐄 ★ 𝘔𝘪𝘴𝘩𝘰 𝘈𝘮𝘰𝘭𝘪Donde viven las historias. Descúbrelo ahora