Capítulo 4

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—Cariño, no puedes seguir así. —Raquelle se sentó en el sofá junto a su hermana—. Han pasado cinco días.

—Y ni siquiera ha llamado. —Gloria volvió a limpiar las lágrimas que caían por sus mejillas—. Ni para preguntar por las niñas.

—Y tú sigues aquí. —Suspiro—. Sentada ante el teléfono esperando que lo haga. Llevas tres días sin ir a trabajar, sé que te han dado permiso. Pero tienes que volver a tu vida.

— ¿Qué vida? —Y volvió a llorar—. Yo no tengo vida.

—Tienes a tus hijas. —Ella la miro con tristeza—.Tus tres hijas, que necesitan a su madre.

—Y a su padre. —Sonó su nariz—. Pero a él no parece importarle una mierda.

Y entonces el teléfono sonó, ambas se quedaron mirándolo paralizadas. Hasta que Gloria lo tomo rápidamente y contesto.

— ¿Si? —Trato de no seguir llorando.

—Gloria, tenemos que hablar, —Ryan hablo serio al otro lado—, supongo que estas en casa de tu hermana.

—Si. —Ella hablo con apenas voz.

—Nos vemos en el parque que hay junto a su casa, en ¿quince minutos? —Él hablaba seguro.

—Vale. —Y respondió sin siquiera pensarlo. Siguió con el teléfono pegado a la oreja, pero ya solo se escuchaba el pitido de la línea. Ni siquiera pregunto por los niños, ni por ella. Nada.

No le importo como iba vestida, con unas mayas la camiseta y un jersey, tampoco como estaba su cabello. Le dijo a su hermana que iría a hablar con él y tomo las llaves del apartamento y salió corriendo de allí.

Cuando llego al parque miro a su alrededor con tristeza y ansiedad. Y estuvo esperando, de pie, parada en el centro de todo esperando. Y le vio, caminaba con tranquilidad hacia ella y llevaba al perro ¿El perro?

—Hola. —Ryan se paró a unos pasos.

—Hola. —Ella miro al perro y frunció el ceño—. ¿Rocco?  —El animal meneo el rabo y se acercó a ella.

—Ten. —Rápidamente él le dio la correa—. Eras tu quien quería un perro.

Aquella frase le cayó como un balde de agua fría. ¿Qué significaba eso? ¿Qué pretendía?

— ¿Qué?  —Gloria miro la correa en su mano.

—Si necesitas algo de la casa solo tienes que llamar a mi oficina, mandare que te traigan lo que quieras de allí. —el la miro a los ojos—. Mis abogados se pondrán en contacto contigo, de momento pagare una generosa pensión y me hare cargo de los gastos de los colegios. Tengo la obligación de pasar con ellas dos fines de semanas al mes, empezare por este fin de semana.

— ¿Obligación? —No entendía nada—. ¿Abogados? ¿De qué estás hablando?

—Del divorcio, Gloria. —El respondió tranquilamente.

—Del divorcio —Lo repitió como si no lo creyera—. ¿Así termina todo?

— ¿Qué quieres? —El frunció el ceño—. Ambos sabíamos que no estaba funcionando

— ¿Ambos? ¡¿Ambos?! —Y las lágrimas se asomaron en sus ojos—. ¡Yo no sabía nada! ¡Ni siquiera me daba cuenta que tu secretaria se encarga de trabajos manuales a parte de su labor en la empresa!

—Quieres bajar la voz. —Miro a todos lados—. Esto es lo mejor.

— ¿Lo mejor para quién? ¿Para ti? ¿Para que puedas seguir revolcándote con esa guarra cuando te dé la gana? —Sintió que le faltaba el aire—. ¿Para qué tus hijas no te estorben?

Una novia para mama ADAPTACION.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora