Capítulo 24

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"Quiero ser tuyo, Vegas".

"Márcame, hazme tu omega".

Vegas recordó la forma en que Pete le repetía esas ansiosas palabras, en cómo su voz dulce iba acompañada de besos igual de ansiosos por ser respondidos y él era apenas un alfa que por primera vez había deseado pertenecerle a alguien, que no pudo resistirse. Tomó a Pete entre sus brazos, lo desnudó, adoró cada parte de su cuerpo y disfrutó de su absoluta entrega. Que no lo dejó ir, no pudo ni quiso. Sus colmillos se hundieron en las preciosas glándulas omega de Pete mientras su nudo se formaba dentro de él. Aun sintiendo las uñas de Pete enterrarse en su espalda y ese glorioso gemido con el que alcanzo el éxtasis, no se encontraba satisfecho.

No con Pete.

Su Pete.

Envolvió la cintura de su omega con sus brazos, tiró más de él para que sus cuerpos tratasen de ser uno, mientras se embriaga por su aroma a lavanda -ese que ahora tenía tras sí su propio aroma. Lo había hecho suyo, no quería soltarlo nunca. Tampoco lo haría, ni siquiera con la muerte tocando sus puertas. Porque Pete representaba su primer deseo como Vegas, solo Vegas. No se trataba de un propósito o meta como el primogénito de la segunda familia, menos como un intento de agradar a su indiferente padre. Éste era lo que su corazón había recelado y que, finalmente pudo ver la luz.

No distinto a Pete.

El omega que apenas se despertaba, pudo hacerlo con una sonrisa en el rostro. Porque no solo tenía el intenso calor de su pareja, sino al mismo Vegas aferrado a él como si su vida dependiera de ello. Se sentía bastante afortunado, pues nunca pensó que le pertenecería a alguien. Se imaginó como un hombre más que íntegramente moría en las filas de Los Theerapanyakul, o que quizás con suerte se jubilaría cuando sus huesos no le permitieran dar un paso más. Pero ahora se encontraba con este alfa al que se le había entregado con cuerpo y alma, jurando no soltarlo.

No a él.

Pete se permitió acomodar sus cabellos y depositar un beso casto en sus labios, antes de levantarse de la cama. Sintió un intenso dolor en la cadera, mas supo ignorarlo. Su necesidad por fumar un cigarrillo era mayor, aunque frustrado tras ver que no daría con uno. Apenas consiguió divisar su uniforme desgarrado en la esquina como la camisa y pantalones de Vegas, lo que le causó risa. Era de esperarse que su celo, a pesar de haber sido desmedido, fue debidamente atendido por su alfa y es que precisamente Vegas parecía no cansarse de él.

"¿Podía ser más dichoso?", la respuesta era un absoluto sí al saber que su alfa estuvo pendiente de él -llegando incluso cuando más, lo necesitaba.

Era evidente que existía muchas preguntas por hacerle, pero escogía aguardar pacientemente. Todavía no asimilaba que era un omega enlazado, que debajo de su nuca ahora tendría una hermosa marca. Así que, si antes no creía en las mariposas en el estómago, podía dar otro y diferente testimonio en esos momentos. Porque se sentía tonto, torpe con una sonrisa que no desaparecía. "¿Acaso no se suponía que era un omega intimidante y peligroso? ¿Qué eran entonces estas sonrisas y suspiros?".

Amor, totalmente.

Fue ese amor que le impidió nublarse ante sus instintos, por el que no se entregó al alfa incorrecto. Supo defenderse de ese lado animal que solo respondía a estímulos, añorando la llegada de quien su corazón y lobo habían elegido. Estaba feliz, no lo dudaba. Tampoco a ese intenso coraje que hacía arder sus entrañas, pues los planes que trazó con Vegas se adelantaron. No por voluntad de ellos, sino de otros.

Pete suspiró profundamente en el intento de no perturbar la calma que reinaba en esta habitación, por lo que seguido fue a recoger la camisa de su alfa para ponérsela y así poder curiosear el resto de las habitaciones. Había muchas emociones sobre él, unas más confusas que otras. Porque dejó de pertenecerse, estaba enlazado con Vegas y lo sentía: su tranquilidad, su felicidad.

Choose us, Pete! [VEGASPETE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora