𝐇𝐄𝐀𝐕𝐄𝐍 ||| ᴊᴊᴋ ғᴀɴғɪᴄ
❝ Shinei era la única persona sobre la Tierra,
que era capaz de hacer temblar y sentir miedo
al hechicero más poderoso de su generación.
Aunque ella era su igual en todos los aspectos.❞
𝐠𝐨𝐣𝐨 𝐬𝐚𝐭𝐨𝐫...
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—Dentro de la Prisión Divina—
Caía del cielo sobre una suave superficie que parecían nubes blancas pomposas del cielo azul de la Tierra, mantuve mis ojos cerrados durante unos minutos, sintiendo una paz tan tranquilizadora que me hacía olvidar todas mis responsabilidades y problemas que tenía. Era una sensación incluso relajante, por fin, ese peso que tuve que aguantar todos estos años, se había ido. Aunque fueran tan solo unos minutos, eso era más que suficiente. Cuando volví a abrir mis ojos, fue la primera vez que lo conocí.
—Debes de ser Shinei Jinsei.
—¿Dónde estoy?—pregunte.
—Dentro de la realidad de la Prisión de los Mil años, ¿no recuerdas cómo acabaste aquí?—me preguntó aquel hombre con alas y un halo sobre su cabeza.—Estoy seguro que el sello no tenía tales efectos secundarios.
—Si que lo recuerdo.—contesté algo amarga, ya que fue un momento algo fastidioso porque se supone que iba a sacara a Gojo de la Prisión Confinadora.—Pero no entiendo que es todo esto, los libros no los describían así.
—¿El que?—me preguntó.—¿Qué la prisión divina fuera así de increíble?
—Mhm.
Me veía rodeada en un espacio mucho mayor al que daba la vista desde fuera de la Prisión de los Mil Años, y más bonito y acogedor digamos. Este lugar me lo imaginaba más fúnebre, más pequeño y no así de relajante.
—Quizás esto no sea como el Templo de los Cielos, pero será tu hogar durante mil años, a menos que el honrado muera.
—¿El honrado?
—Sabes, tú lo conoces más que nadie.
"Tú lo conoces más que nadie." pensé en ello, solo se me pudo venir una persona a la cabeza que concordara con esa palabras. Bajo la mirada a su mano, un anillo de promesa que se regalaron mutuamente aquel día que se reconciliaron, aún brillaba. Eso significaba que Satoru Gojo seguía vivo dentro de la Prisión Confinadora. Suspiró en alivio, sabiendo que bajo ninguna circunstancia Satoru iba a morir. Por lo que ella realmente se quedaría ahí durante mil años.
—Nunca en mis años de experiencia, vi un amor tan puro como el vuestro.—me dijo ese hombre, solo me quedé mirándolo.—Te he estado vigilando por un tiempo.
—¿Desde hace cuanto?
—Tu nacimiento me despertó digamos, el destino ya prescribió todo lo que está sucediendo, y se sabía ya desde un principio que terminarías aquí conmigo por mil años.
—Que divertido.
—Lo es, hay algo que falló en entender sobre la lógica humana. Sabes, has realizado tantos sacrificios que pocos ven y aprecian, a pesar de los nefastos comentarios, sigues adelante haciendo otros muchos más, eres la definición de una diosa benevolente.
