Esa noche vosotros salvasteis mi vida, no sé cómo agradeceros eso. Ran, Rindou, gracias por aparecer esa trágica noche.
📍FICCION📍
No acepto copias o adaptaciones. Este es mi trabajo y mi esfuerzo. Quién no cumpla con lo anterior será denunciado.
A...
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Caminaba con Ran y Rindou. Los tres estábamos con el uniforme de Tenjiku, ahora este era nuestro territorio además de Roppongi. Teníamos que acabar con Mitsuya, capitán de la segunda división de la Tokyo Manji.
Llegamos y Mitsuya estaba peleando con Mochi. Sonreí al ver a Mochi enfadado por Mitsuya. Ran me miró y caminó hasta el otro lado, agarró un ladrillo del suelo y nos hizo una señal.
— Oye, Mochi —le llamé.
Mitsuya giró su cabeza rápidamente al oír mi voz. Lo cual es normal, no todos los días estás en sus condiciones.
— No te quedes con toda la diversión —siguió Rindou.
Sin pensárselo dos veces, Ran golpeó la cabeza de Mitsuya con el ladrillo. Mitsuya se tambaleó y cayó al suelo. Ran puso su pie encima de Mitsuya, no sin antes tirar el ladrillo al suelo.
— Te tengo, Mitsuya —festejó—. Perdón por el golpe bajo —se disculpó.
— ¿Quién diablos dijo que podían robarme mi presa, malditos? —protestó Mochi.
— Siempre acaparas la atención —señaló Rindou.
— Y haces una pose tonta —le imité.
— ¿A quién diablos le importa quién lo derrotó? —preguntó Ran alejándose de Mitsuya—. No aplastaremos a la Toman si nos apegamos a tu forma de pensar. Debemos atacar ahora que bajaron la guardia. Terminemos esto hoy.
— ¿Ya nos das ordenes? —se quejó el menor de los Haitani.
Comenzamos a irnos. Miré de reojo el cuerpo de Mitsuya y tragué grueso. Esto no era ninguna tontería y teníamos que estar unidos. Ahora miré a los Haitani.
— Voy a la guarida —anuncié.
— ¿Y eso? —preguntó Rindou.
— Tengo que informar a Kakucho de la baja en la Toman.
— Ve con cuidado, mi reina —avisó Ran.
Me alejé despidiéndome de los Haitani y de Mochi, ya que son los únicos que conozco. Caminaba a paso lento, realmente no tenía ninguna prisa y la guarida estaba cerca. Cuando llegué vi como los miembros de Tenjiku salían, lo cual me pareció extraño. Ignorando todo eso entré.
— ¿Qué está pasando? —le pregunté a Kakucho.
— Son de la Toman, estamos hablando. No te preocupes, mi reina —contestó el de la cicatriz.
— Bueno, si es así me quedaré.
Los cuatro chicos me miraban sorprendidos. Caminé hasta llegar al lado de Kakucho y me sonrió.
