Capítulo 11

14 5 0
                                    

Camine unos pasos y me senté en la butaca que justo daba frente a su cama. Durmiendo como bebé estaba esta...

Daba par de vueltas en la cama y al quedarse boca arriba, fija en una parte de su cama, se despertó poco a poco. Ya abriendo sus ojos lo primero que vio y lo impactante y sorprendida que  quedó fue al  ver la silueta de una persona en su habitación. Se recogió con sábana y todo y su espalda la pego a la pared, aún estaba dormida, solo que lo miró y se relajo. Solo un poco.

—¿D'Chenniel? —dijo Fabiana, confusa.

—Pensaste que no te encontraría amor —dijo D'Chenniel sin apartar la vista. Aunque tuviera sus típicas gafas de cristal oscuro.

Tres toques en la puerta anuncian la llamada. Ambos giraron a mirar. Su traje negro resaltó, del mismo color que el de él.

Se acercó a él y le susurró. —Tenemos problemas. ¡Debemos irnos!

Se levantó D'Chenniel del asiento donde estaba, le hace una seña a Giuseppe y este asienta, y tras esto, los deja a solas.

Giro a su amada. —Vístete, tenemos que irnos. ¡Ahora!

Se levantó impulsado y le dio la espalada y camino a la puerta; poniendo la mano en la manigueta de esta, gira un poco hacia atrás. Solo le mira con el rabo del ojo.

—Ah… en cuanto “como te encontré” fue fácil. Solo basto con que pagarás con la tarjeta de Dhiovanna —explicó D'Chenniel. Abrió la puerta y salió. Ella se quedó pensado en lo que le dijo, más que miro a la mesita de noche y vio esa dichosa tarjeta.

Sonríe; y sale de la cama.

Fabiana dio un brincó, fue a su clóset y comenzó a vestirse entre maquillarse y rociar en todo su corpulento cuerpo esa fragancia de costosa perfumería—regalada por él mismo, más una serie de poses al ir maquillándose y al ir probándose esos ajustados vestidos. Terminó.

—D'Chenniel… mm... —dijo Giuseppe. Al igual que su primo, ambos, miraron a la puerta abrirse.

De estas, sale Fabiana. Luciendo un vestido ajustado a su cuerpo y por encima de sus rodillas, su pelo suelto  y todo el rostro maquillado, perfumada. Camino hasta los caballeros como si fuese una modelo.

Pero se desvía y pasa a abrir la puerta de salir de la habitación.

Giro a estos.

—¿Nos vamos? —preguntó Fabiana haciendo una mueca y alzando sus cejas tras provocar al pasar su lengua por sus labios en rojo vino—. ¿Qué? ¡Vámonos!

Ensimismado por esta, D'Chenniel; quedó.

Parpadee un par de veces y volví a mi sí, con un breve impulsó me levanté y tome su mano. Este la aprieta fuerte. Y en compañía de sus hombres más su primo y mano derecha salieron.

Giuseppe iba al lado izquierdo del de su primo, ella a su derecha.

Dos de los hombres toman el primer ascensor y luego los otros dos esperan a que estos entrarán para después bajar en el próximo. Solo fueron unos minutos dentro de la máquina.

Todos los ajenos a estos al verlos pasar rodeados de guardaespaldas de traje y corbata en oscuro y bien corpulentos. Mismos que se robaban la mirada de todos. Dejaron atrás el hobby y subieron a los deportivos, aceleraron, y dejaron atrás el hotel.

Aún sus manos estaban estrechadas. La lleva a sus labios y la besa.

Gire a Fabiana y miré sus ojos pardos.

—No me libraré de ti, ¿verdad? Mi amor —dijo Fabiana. Guiña un ojo, para girar a mirar a la ventana.

Suspiró en forma de tomar paciencia con esta, y sus palabras. —Yo también tengo que tolerar tus malcriadeses —murmura D'Chenniel tras terminar soltó un resoplido.

Giro a él.

—¿Dijiste algo amado? —dijo Fabiana en polaco.

—Te amo. Eso dije —respondió en italiano.

—Yo igual.

Ni Giuseppe ni D'Chenniel se lo esperaron, qué; ella, aprendiera su idioma. Eso fue lo sorprendente y más que respondió con una sonrisa.

—He aprendido vuestro idioma, así entenderé que dicen ustedes —explica Fabiana.

Soltó una carcajada y giro atrás, Giuseppe.

—¡Oh, cuñada! Miren nada más —expresaba Giuseppe.

Esta giró a él, a mirarlo con una cara de “querer matarlo”. A su mirada, sólo, se recompuso en su cómodo asiento, apoyando en la ventanilla su mano que misma reposaba la cabeza. D'Chenniel; igual lo hizo.

******

El jet hizo un perfecto aterrizaje.

Los autos ya estaban estacionados a la espera de su amo.

D'Chenniel es el primero en bajarse no antes se detiene en la puerta para desabrochar los botones de su saco y aspirar el aire del bello atardecer siciliano. Bajó.

Detrás continuaron su chica y su primo más sus guardaespaldas. Todos los presentes suben a sus respectivos coches negros y aceleraran brevemente para dejar atrás ese apartado de la pista de aterrizaje.

El viaje sería de unas cuantas horas, pero por motivos de negocios, estos, pasaron por un hotel en el cual se hospedarían así atenderían el asunto pendiente y a la misma vez dejarían que la dama de Black descansara algo.

Se acomodaba su cabello de tal forma que no le molestara abierto como lo traía en el trayecto. —No era necesario esta parada —dijo Fabiana—, ¡en fin! Me daré una ducha, necesito refrescar.

Su vestido se lo quitó. Y desnuda en frente de él se quedó.

Su verga se movió un poco, el solo se quedó parado ahí, en el mismo lugar, y dejó que está siguiera poniéndose dura. Marcándose en su pantalón de tela oscura.

Sonrió tras verla como le guiña un ojo y como se paseaba por la habitación al desnudo. Va tras ella.

En la ducha.

El agua era perfecta: tibia ni muy fría pero ni muy caliente sino al tiempo; miró su culo y se queda a vacilarlo. Ella se pasaba sus manos por los hombros y sin notar la presencia de su macho.

Su polla ya estaba totalmente dura como el acero y levantada hasta no poder más y a ella sin hacer ruido se le acercó; hizo que se levantará y bajará como si estuviera bajando y subiendo. Y la roza al pegarse para abrir más la ducha…

Mordió ella sus labios, torciendolos, y girando a él...

Y miró su rostro con esos ojos...

—¿Me cogerás hasta que no pueda más... —dijo Fabiana con la voz baja y la mirada algo agachada.

Blanco Y NegroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora