La mirada de D’Chenniel, era temible, no mostraba compasión, pero, de una forma u otra cambió al girar su cabeza a la puerta y mirar la silueta que entraba por está.
Todos los presentes: el joven D'Chenniel, Giuseppe se levantaron la presencia del gran jefe, Don Mateo Cattorini.
D'Chenniel se acerca a este, extiende su mano y le da un fuerte apretón. Don Mateo, va su silla, (era como un trono) sentado, gesta que estos tomen puesto en la mesa de centro rectangular y tamaño considerado.
—Hijo... Inició la plática Don Mateo, con la cara seria y esa mirada inquebrantable. —¿Cómo marchan las cosas en Estados Unidos? Me tomó un par de segundos. —Y ¿cómo es eso de, qué perdimos un cargamento de cocaína?
¡Ahora sí! Y no era vergüenza lo que hace que D'Chenniel bajará la cabeza ante su padre, el respetado y gran don Mateo.
Solté un suspiró; levantó la vista, la cual enfocó en él, pongo mis manos encima de la mesa y las uno. Y los puños cerré.
—Sí. Perdimos el cargamento, pero los hombres de mi primo están buscando a estos hijos de perra que nos robaron. En cuanto a Estados Unidos. Ahora somos los accionistas mayorista... somos los dueños, ¡eso es lo que querías! ¿Verdad? D'Chenniel cuidaba sus palabras y respuestas, hablando con total respecto ante este. Y sin cambiar la mirada, trago saliva y prosiguió. —¿Ah? Tu socio. El italoamericano. Don Boniffel lo llamó mientras estábamos en la mansión.
Don Mateo unió sus labios y alzó sus cejas, con su dedo índice señaló a Giuseppe.
—Con que tus hombres buscan a estos «hijos de perra», ¿es verdad? Pregunta Don Mateo, su firmeza aún seguía presente y la mirada por nada la cambiaba (es parte de él, mirar atravesado) como muestra de poder e intolerancia a los errores y desobediencia. De ahí viene el temperamento del joven D'Chenniel Cattorini.
Trague saliva y dispuse a responderle a mi tío.
—Así es, mis hombres les buscan, pero, aún no hay nada... y. Giuseppe calla al ver el gesto de Don Mateo, qué, le interrumpe al levantar su dedo índice.
—Bien. ¡Todos fuera! Todos, menos tú, hijo. Ordenó don Mateo.
Giuseppe y Tomasso se levantaron y dejan a solas en la habitación a Don Mateo y D'Chenniel.
Los ojos pardos de Black "D'Chenniel Cattorini" al igual que los ojos pardos, pero un poco más claros de don Mateo Cattorini, ambas miradas, por partes de estos se penetraban entre sí...
La charla continuaba sin la presencia del asesor de la familia y la mano derecha y sobrino del jefe de la familia. Conversaban de todo, y desde el pasillo a la espera estaba Giuseppe, apoyando su espalda a la pared, Tomasso revisaba su smartphone. Este, levanta la vista y mira a Giuseppe, él, se la corresponde.
—Estás muy tranquilo Giuseppe. Opinó Tomasso.
La puerta se abre antes de que Giuseppe le fuera a contestar, salió de está, D'Chenniel.
—Tomasso, mi padre quiere hablar contigo. Te espera. Dijo D'Chenniel con la misma mirada de su padre, atravesada.
Tomasso pasa adentro. D'Chenniel giro su cabeza a Giuseppe, este, trago saliva al ver la actitud de su primo.
Agarré con fuerza el antebrazo de Giuseppe, sentí ese gesto de molestia, ¡sí! —el mal genio lo desató en su primo—, me lo lleve a unos pasos, alejándolo de la puerta. Lo solté; al ponerlo delante de mí.
—Buscaremos a esos cabrones, ¡Ahora! –Ordenó D'Chenniel con total firmeza y arrogancia.
D'Chenniel le da la espalda y caminaba por el pasillo, apresurado, sin voltear atrás. Giuseppe masajea su antebrazo para seguirlo, después de, que D'Chenniel saliera enfurecido y apurado. El mismo; de su espalda, entre el cinto oscuro y la camisa mangas largas color negro. Saca su pistola y la prepara al ir caminando fuera de la mansión.
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Blanco Y Negro
Dla nastolatków[secretos, romances (+18), pasiones] el capo de la mafia vivirá su amor y se apoyará en su otra. Una sé convertirá en su esposa... y la otra su "puñal en la espalda". D'Chenniel Cattorini. De piel mestiza clara, como un color matanza, ojos pardos...