Capítulo XII

88 8 1
                                    

Una suma infinita de sucesos desafortunados

0000 m. A.L.

La practica de baile lo había dejado exhausto.

El sudor recorría su espalda dejando una mancha notable en su camisa desgastada; ahora que iba al estudio todos los días, debía de lavar su ropa todos los días, una molestia que valía la pena.

Después de tantos años deseando entrar a la academia, ahora tenía con que pagarla. 

Sus padres lo habían abandonado hace tanto tiempo que ya ni recordaba sus rostros, tampoco pensaba que merecieran tal detalle de su parte. Solo le habían dejado mil dólares y el remolque donde aún vivía; su tío se había convertido en su tutor legal y aunque debe agradecerle por el hecho de que nunca le falto un plato de comida; sería una mentira decir que le dedico tiempo o le dio el cariño y la atención que un niño necesita. 

Quizá fue lo mejor ―pensaba Jimin. 

Era más fácil estafarlo al no tener ningún lazo sentimental con él.

La culpa que sintió las primeras veces que lo hizo, se disipo una vez que vio los beneficios que aquellos trabajos extras le daban. 

El primer trabajo fue producto de su desesperación. Le había pedido dinero prestado a la persona equivocaba, y ahora debía pagar más que todos sus ahorros juntos elevados al cuadrado. 

No era gente de la escuela a quien podía acusar con la directora o intimidar con su mala fama, eran personas peligrosas que no dudarían en hacerlo pagar por su error.

Por lo que tomo la decisión más obvia para cualquier adolescente de dieciséis años. Robar dinero de la caja registradora, y decir que alguien entro a robar. 

Justo el día que iba a hacerlo, llego a la farmacia uno de los chicos raros de la clase de historia. Jimin no le presto mayor atención hasta que este se le acerco con la mirada baja y los dedos temblorosos:

—Diazepam, por favor —pidió con voz inestable, se notaba lo nervioso que estaba; quizá estaba actuando más raro de lo normal.

—Récipe medico —dijo automáticamente. 

—No tengo, pero lo necesito —su voz era un poco más firme. 

—Eres un menor de edad pidiendo un psicotrópico sin récipe medico, ni lo sueñes. Puedes llevarte una Coca-Cola en su lugar, están en descuento las Cherry. 

—Lo necesito —casi como una suplica. 

—Y yo necesito trescientos dólares —soltó con sarcasmo. 

—Si me das dos cajas, te los doy. 

—Vete de aquí.

—No estoy mintiendo aquí están —el chico busco entre sus bolsillos traseros su billetera de cuero reluciente, saco de allí tres billetes de cien. 

Cuando los agito, agito con ellos la conciencia de Jimin. 

La solución a sus problemas frente a él, solo debía buscar en el deposito dos cajas del tamaños de su palma y entregárselas a la persona menos indicada. 

Si lo olvidaba, sería como si nada hubiera pasado. 

¿No?

—¿Qué harás con ellas? 

—Nada malo, pero las necesito —no le generaba ningún tipo de confianza, pero quizá estaba diciendo la verdad. 

Con ese quizás en mente y la amenaza en contra de su moral, Jimin acepto el trato. 

Singularity | kookvDonde viven las historias. Descúbrelo ahora