4. El doctor

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Llevaba un par de horas despierta, pero no lo parecía, ya que en la habitación había un silencio enorme formado. Eran las nueve de la noche, estaba sola con mi hermano mayor Alex, nos llevamos cuatro años. Mi madre tuvo que irse a trabajar debido al turno de noche que le tocaba hacer, mi padre tenía que dormirse pronto, ya que su trabajo policial le obligaba, y mis dos amigos fueron echados por mi madre. Ella seguía pensando que yo tenía la culpa de todo lo sucedido, obviamente, pero ellos también estaban metidos en el lío, y eso le hacía sentir mal.

-Puedes irte, -le dije a mi hermano- seguro que tenías planes esta noche y no quiero ser una carga para ti.

-Como hermano mayor tengo la obligación de quedarme contigo esta noche.

-No te preocupes, llamaré a Carla, seguro que vendrá.

-Ya sabes qué mamá no quiere que esté aquí.

-Lo sé, pero es mi vida y no la suya. -Empezaba a agobiarme-. Dijo que si necesitaba algo iba a venir.

-Si viene Carla y yo me voy, que no se entere mamá. Ella vendrá a las ocho de la mañana, en esta hora yo volveré a estar aquí y Carla tendrá que haberse ido, ¿de acuerdo?

-Está bien, te quiero.

Y fue en ese entonces cuando mi hermano se fue y llamé a Carla para que pasase la noche conmigo.

-Hey, estás ocupada? -le dije.

-No, ¿pasa algo? ¿Necesitas que vaya?

-Si por favor, pero solo si puedes, si no se lo digo a mi hermano.

-Voy para allá.

-Habitación 208 planta cuatro -le recordé.

Unos veinte minutos después, Carla se asomó a la puerta, intentando asegurarse de que no se había equivocado de habitación.

Yo me encontraba acostada, con mi collarín puesto, y viendo la tele. En ese momento no tenía mi portátil y no quería usar mucho el móvil. Me miraba y se le saltaban las lágrimas aún, y yo reía.

-Estás fatal tía -dijo entre risas.

-Lo sé "doña perfecta".

-¿Has cenado ya?

-Aún no, no creo que tarden en llevarme la cena.

Pasamos el rato hablando, me explicaba la situación actual en la calle, la gente hablaba de mí, la mayoría preocupados. Me dijo también qué momentos atrás ella y Mario pensaban que nunca más iban a volver a verme. Me acordé de Mario.

-¿Cómo está Mario?

-Está muy raro, no hemos hablado. Se sentirá culpable Lucía, y yo lo entiendo.

-Quiero hablar con él, ¿lo llamamos?

-No, bueno, a ti no lo sé, pero a mí no me contesta los mensajes.

-Voy a intentarlo.

Procedí a llamarlo, pero no contestó, así que me rendí también. No me parecía bien porque aquí los tres éramos igual de culpables, no debíamos cargar toda la culpa solo dos, no solo una parte del puzzle. Podía entender que se sintiese avergonzado, pero yo también lo estaba, y mucho.

Mi amiga y yo seguimos hablando hasta que la puerta se abrió lentamente. Apareció un chico vestido de blanco entero, moreno de ojos verdes, alto... y traía una bandeja con comida.

-Hola, ¿se puede?

-Claro -respondió Carla.

El chico procedió a dejar la bandeja en los pies de mi cama. Abrió el plástico que contenía los cubiertos y yo viéndolo embobada.

-Cualquier cosa pulsar el botón de la izquierda añadiendo el número de habitación correspondiente. Que aproveche -dijo, y desapareció.

Carla y yo nos miramos con una sonrisa en la boca, solté una pequeña carcajada.

-Tía ni siquiera has podido mirarle a los ojos, ni hablar, ni darle las gracias.

-Lo sé, cállate -dije lanzándome hacia atrás y poniendo las manos en mi cara.

-Cuidado con el collarín -me advirtió ella.

-El collarín ahora es lo de menos, ¿tú has visto a este dios griego?

-Lo he visto igual que tú, a diferencia que yo he podido defenderme -lanzó una mirada sensual.

-No puede ser que hayas cruzado palabras con él, ¿que se siente?

-Lucía, por favor, el hospital te ha afectado.

-Necesito su nombre, número de teléfono, su Instagram, ¡algo!

-¿Cómo quieres que consiga eso? La placa con el nombre solo la llevan puesta los de administración.

Empecé a cenar, observando muy bien la bandeja que había tocado el chico, y Carla se levantó de la silla para caminar y dar vueltas por la habitación mientras pensaba qué hacer.

-¡Ya lo sé!

-¿Qué vas a hacer?

-Tú déjame a mí, mañana por la mañana haré travesuras.

-Oye que es para mí.

-Tranquila, no me refiero a este tipo de travesuras, déjame y verás.

Acabé de cenar y esperábamos que alguien recogiese la bandeja, no fue él y me decepcioné. Empecé a pensar que igual no lo vería más, el hospital es enorme, debía haberle pedido el Instagram directamente. Nos dormimos las dos muy pronto, ya que estábamos cansadas, me sentía cómo en un sueño hasta que una voz masculina nos despertó con un grito.

-¡Joder Lucía!

-¿Qué quieres? -dije con voz de dormida-. Ay madre, ¿está mamá?

-No, pero no tardará en llegar, tu amiga debe irse.

-Próximamente, novedades -dijo Carla levantándose de la silla y dirigiéndose hacia fuera.

Mi hermano Alex y yo nos quedamos solos en la habitación.

-Perdón, no había pensado en poner la alarma.

-Últimamente, solo la lías cabrona -dijo riéndose.

-Una vez empiezas no paras.

-En fin... se te extraña en casa, falta alguien que ponga paz entre Eric y yo, sabes qué mamá ya pasa de nosotros, pero, por otro lado, falta guerra, una guerrera femenina entre nosotros dos.

-¿Desde cuándo eres tan sincero y amable?

-Ten otro accidente y lo seré aún más -sonrió.

-Imbécil -le enseñé el dedo del medio.

Mi madre no tardó en llegar, agradeció a mi hermano el hecho de haberse quedado conmigo -o eso pensaba ella- y a continuación, cambio de turnos. Alex se fue y mi madre se quedó.

Nada de bomberos, doctoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora