¡Mierda! Me había quedado dormida. La noche la había pasado llorando, pensando en lo que ocurrió el día anterior con mi novio. No estaba bien, aquel chico no estaba bien de la cabeza, pero quien peor había acabado era yo. No merecía para nada del mundo aquellos gritos que me pegó, para nada. Parecía un degenerado, no tenía palabras bonitas para describirlo en aquel momento, solo se me pasaban por la mente adjetivos horribles hacia su persona.
Me levanté rapidísimo de la cama, me vestí, cogí mis cosas de clase y sin haber comido nada ni haberme maquillado me fui. No entendía por qué nadie me había despertado, ni mi madre. Que raro que nadie se diera cuenta. Una vez en la calle busqué entre el bolso mis auriculares para escuchar música por el camino, sabía que llegaría tarde, pero de todos modos me lo tomaba, dentro de lo que cabe, en calma. Al mismo momento que encontré el cable para escuchar mi música vi también el rimel, algo que agradecí, así que en el metro aproveche para pintarme las pestañas. No era la mejor marca de rímel que tenía, pero era buena.
Unos minutos después llegué a la universidad y entré en clase, obviamente la clase había empezado. No me gustaban para nada las situaciones en las que uno llegaba tarde y todo el mundo le miraba, eso fue lo que me pasó a mí exactamente. Todos se me quedaron viendo menos una persona, el profesor. Él seguía dando la clase como si nada ni nadie hubiera interrumpido. Cerré la puerta de la clase y me senté en silencio en una mesa del fondo en la que se encontraba Julia, rápidamente notó algo raro en mí.
- ¿Vas a decir algo? -preguntó ella con su tono de voz seco.
Opté por no contestar, no estaba bien ni me sentía con fuerzas para hablar. Puse mi cabeza encima de la mesa y con mis dos brazos la rodeé.
- ¿Lucía? -dijo sacudiéndome un poco.
Julia decidió pasar de mí y yo no hice nada en toda la clase. Esta acabó y el profe se fue, así que levanté mi cabeza por fin. Me levanté de la silla y emprendí el camino para ir fuera. Alguien me siguió, supuse que era ella. Me senté en uno de los bancos que había fuera a tomar el aire, y efectivamente mi compañera se sentó a mi lado mientras sacaba un cigarro y el mechero para poder encenderlo.
- ¿Qué coño te pasa? -preguntó después de más de mil veces.
- Mi novio es un hijo de puta -dije mientras pequeñas lágrimas caían por mi rostro.
Nos quedamos las dos en silencio por unos segundos hasta que ella decidió hablar otra vez.
- No sabía ni que tenías novio, ¿pero qué ha pasado?
- Nada, tonterías.
- Por dios tía, si fueran tonterías no estarías llorando ahora mismo.
Julia tenía razón, no tenía por qué estar llorando por algo estúpido, pero pensándolo bien sí que lo era, simplemente habíamos tenido una discusión, la primera más bien dicho, y me afectó. Ella me contó algo superíntimo cuando solo llevábamos un día conociéndonos, ¿por qué yo no era capaz de explicarle eso? Ahora como ahora, era de mis pocos apoyos en la universidad.
- Tuvimos una discusión, nada más -le dije yo.
- Fuma un poco y te relajarás -dijo ella riendo.
- No.
- Perdón, pero... ¿Me contarás qué ha pasado exactamente? Igual puedo ayudarte, por suerte o desgracia soy una experta en chicos.
Intenté darle un voto de confianza y decidí explicarle el problema que tenía.
- Estábamos en su casa, en la habitación de sus padres concretamente, y justo antes de ir ahí le mandé un mensaje a un chico que me encontré el otro día en la fiesta, nos tomamos unas fotos y se las pedí. Justo respondió cuando estaba con mi novio y se puso como un loco -dije entre lágrimas otra vez-, empezó a gritarme como si no hubiera un mañana y tampoco me creyó cuando le dije que era un amigo mío.
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Nada de bomberos, doctores
RomanceLucía es una chica, de primeras, tímida que empieza la universidad tras haber pasado por un accidente que le marcará toda su vida. El que parece ser un amor de verano en unas vacaciones con amigos, acaba siendo más duradero de lo que ella podía pens...