16. La solicitud

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Debido a la fiesta de anoche me levanté un poco más tarde de lo normal, a las 12:00 h. Rápidamente, me acordé de todo lo que pasó, así que lo primero que hice fue revisar mi Instagram, rezando para que la solicitud no se le mandara, o que haya sido un sueño. Desgraciadamente no, era real. En la pantalla de mi móvil podía apreciarse el perfil del chico, todas sus fotos, historias... Me metí en cada una de ellas observando todos los detalles, sin dejarme ninguno. ¿Por qué era tan perfecto? Joder no podía estar pensando eso, tenía novio. Seguía viendo sus fotos, tenía muchísimas y cada una mejor que la anterior, hasta que alguien llamó a la puerta y la abrió al mismo momento. Sin dejar mi móvil respondí a ese acto.

- Antes de entrar se llama, muy bien, pero se espera a que dé permiso para acceder a mi maravillosa cueva.

- ¿Tengo que pedir permiso yo también? -dijo Héctor.

- Dios mío.

Rápidamente, apagué mi móvil, tenía miedo, no sabía si mi novio había llegado a ver la pantalla, desde luego esperaba que no.

- ¿Qué haces aquí? -pregunté.

- Nada, venir a verte.

- Dios estoy cansadísima, acabo de levantarme -dije dejándole sitio en mi cama- anda ven.

- ¿Cómo fue la fiesta? -dijo él acomodándose a mi lado mientras me acariciaba el cabello.

Cuando dijo eso volví a acordarme de la noche, exactamente de todo. De todos modos intenté relajarme y responder a su pregunta.

- Pues muy bien, la verdad, la música increíble y el ambiente igual.

- Pero seguro que faltaba yo -dijo poniéndose encima de mí.

- La verdad que sí -dije mientras le daba un pequeño beso.

- ¿Tus padres suelen llamar a la puerta antes de entrar?

- Normalmente, ¿por qué? -dije extrañada.

- Por eso.

Héctor empezó a besarme lentamente mientras apartaba los pequeños mechones de pelo de mi cara. Sus besos cambiaban entre lentos, apasionados, hasta feroces, agresivos... me encantaba eso de él. Sus besos poco a poco bajaron por mi cuello. Sabía que podía hacer lo que él quiera ahí, menos chupetones. Definitivamente, los besos en el cuello eran mi debilidad, no podía más. Él me iba besando, era consciente que los besos estaban a punto de llegar encima de mis pechos, cosa que antes nunca había hecho. No llevaba nada, únicamente un top con el que había dormido. Él me miró, su mirada preguntaba si podía quitármelo, a lo que yo asentí. Me levanté para quitármelo yo misma, no sentí vergüenza, con él no pasaba, me sentía muy a gusto y segura. Me lancé de nuevo a su boca, esta vez yo, y él mientras se quitaba la camiseta rápidamente. Luego nos miramos, nos salió una pequeña sonrisa y seguimos por donde lo habíamos dejado. Héctor me besaba mientras me estiraba otra vez en la cama, y al mismo momento tocaba mis pechos, apretándolos de vez en cuando. Me encantaba, no podía negarlo. Hicimos unos pequeños movimientos para yo quedarme encima de él, y una vez así, empecé a moverme mientras nuestros labios jugaban.

Poco tiempo después nos quedamos quietos, el uno encima del otro, relajados. Notaba los latidos de su corazón, e igualmente él los míos. Sonó mi móvil, que lo tenía en la cama, al tenerlo tan cerca lo cogí, puse mi contraseña y observé la notificación.

Izan ha solicitado seguirte

Cuando mis ojos vieron la notificación, mi corazón se aceleró, lo supe por mí, pero también por la cara que hizo mi novio.

- ¿Qué pasa? -dijo él.

- Nada.

- Es que vaya marcha ha dado tu corazón.

- Normal, estoy encima de ti, ¿qué más quieres? -dije intentando relajarme.

- Tenerte a ti para toda la vida.

Alguien llamó a la puerta, era mi madre.

- Lucía ¿puedo pasar?

- Un momento mamá.

Héctor y yo nos pusimos nuestra respectiva camiseta y top, ahí fue cuando dejé que ella entrara.

- Buenos días, cariño, hola de nuevo Héctor -dijo mi madre.

- Buenos días, ¿pasa algo? -le dije yo.

- Sí, verás... lo siento por ti Héctor, que tenías que quedarte a comer hoy, pero Lucía, tenemos que hablar.

- Tranquila, otro día será -dijo Héctor.

Mi madre nos dejó tiempo a Héctor y a mí para despedirnos, ya que él se iba.

- Así que te quedabas a comer y yo sin enterarme -le dije al chico.

- Era medio sorpresa -dijo mientras se ponía los zapatos.

- La verdad que no sé qué quiere mi madre, pero estaba bastante seria.

- Cualquier cosa que necesites me lo dices, ya sabes.

- Sí, amor -le dije dándole un beso.

Acompañé a Héctor al piso de abajo y a continuación le abrí la puerta para que pudiera salir. Una vez fuera, cerré la puerta y subí las escaleras de mi casa para llegar a la primera planta. Lo disimulaba, pero estaba en parte súper feliz por la solicitud que me mandó Izan, y, por otro lado, me sentía extraña por lo que podía querer decirme mi madre. Saqué el móvil y en un momento acepté al chico.

- Lucía al comedor, estamos todos aquí -gritó mi madre.

- ¡Voy!

No pintaba bien el asunto, ¿qué hacían todos en el comedor? Intentaba autoconvencerme de que sería una buena noticia, pero en el fondo sabía que no.

Nada de bomberos, doctoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora