9. La confianza con el nuevo

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Sonó el despertador a las 8:00 h, estaba muertísima y no podía levantarme. Tenía hambre, pero el sueño era una prioridad enorme en mi vida, así que decidí quedarme en la habitación mientras los demás desayunaban. Me desperté nuevamente a las 9:00 h y decidí levantarme para lavarme la cara. Me la lavé, y al salir del baño lo vi, vi que no estaba sola, también se había quedado el amigo de Mario. Salí a la terraza, me sentía rara cuando estaba con él. Saqué mi móvil y me puse a escuchar música, pero noté una presencia detrás de mí, Héctor abrió la puerta de la terraza.

-Ey -dije quitándome un auricular.

-Buenos días, ¿y los otros dos?

-Desayunando.

-¿Por qué tú no has ido?

-Tenía sueño, pero ya no.

-Vale -dijo entrando de nuevo dentro.

No quería mirar si se había ido o no, no quería parecer una acosadora, así que no me moví de sitio. Minutos después, un exceso de sol empezaba a apoderarse de la terraza y de mí, así que me obligué a meterme dentro.

-¿Te sientas? -dijo Héctor, que se encontraba en su cama.

No tenía más remedio, así que le respondí.

-Sí.

-¿Desde cuándo conoces a Mario?

El chico me sacaba tema, ¿acaso tenía ganas de entablar conversación conmigo?

-Desde la ESO -respondí-. ¿Y tú?

-De pequeños, del pueblo de verano, ese chaval es un crack.

-Lo sé, por eso me junté con él -dije con voz de creída.

-Mírala, sí que se suelta rápido.

-¿Quieres que siga borde?

-No, no, así eres más guay.

-Pues cuéntame de ti ¿qué vas a estudiar?

-La carrera de ciencias de la actividad física y el deporte. ¿Y tú?

-Yo psicología.

-Mola.

Pues Héctor era un chico totalmente diferente a lo que pensaba que era. Parecía un borde que solo se rio de mí una vez, un chico pasota, pero vi que no. Era muy buena gente y se podía hablar con él de cualquier cosa. Nos contamos anécdotas mutuamente, nuestra vida amorosa, también le conté sobre mi accidente del día de la graduación.

-No sabes cuanto lo siento -dijo él.

-Tranquilo ya está todo bien, mi vida es como una aventura -dije entre risas.

Pero hablando de ese tema vino en mi cabeza el dios griego del doctor, y me sentí rara de nuevo. ¿Por qué se me venía este hombre en la cabeza y de repente me sentía rara con Héctor?

Carla y Mario llegaron de un momento a otro, nos dijeron de ir a la piscina, así que fuimos.

-Chicos, soy un desgraciado -dijo Héctor-. Ayer me dejé la toalla en la piscina, me la habrán robado.

No pude evitar reírme, pero de todos modos me supo mal.

-Creo que en recepción pueden darte toallas por ser residente del hotel, obviamente si luego la devuelves -dijo Mario.

-Pues adelante -respondió el otro chico.

Bajamos a recepción en busca de una toalla, había bastante cola en esta hora, ya que en momentos así solía irse la gente y entraban personas nuevas.

Nada de bomberos, doctoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora