Capítulo 34

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Silwen despertó con una gélida sensación en su pecho, un arranque de tristeza le brotó de la garganta, silencioso y suave

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Silwen despertó con una gélida sensación en su pecho, un arranque de tristeza le brotó de la garganta, silencioso y suave. No comprendía que estaba ocurriendo en su corazón, sencillamente sentía que lo habían desgarrado en dos en mitad de la noche y, entonces, lo recordó. Su distante sueño, no tan irreal como pudiera uno llegar a pensar. Colocó sus desnudos pies en la suave piedra pulida de la alcoba, recobrando la respiración. 

— Mamá... —musitó, estrujándose el fino vestido que cubría su maltratado cuerpo por la guerra.

El aroma a sangre todavía flotaba a su alrededor, como un recordatorio de lo que antaño vivió y que ya no iba a abandonarla. Sus antiguos pensamientos habían sido ciertos, recordar iba a ser doloroso y, quizás, la tortura no compensaba tal pena.

Se vistió ensimismada, pérdida en años pasados, que regresaban uno a uno como un desbocado torrente. Su sorpresa fue desconcertante al no encontrar a Onvolh y Draael tras su puerta, pues no retiraban sus ojos de Silwen jamás, no obstante aquella mañana no aparecieron.

Legolas se encontraba rodeado de elfos en el gran salón, donde la primera comida transcurría junto a la apacible mañana en Caras Galadhon. Silwen sonrió tímidamente al encontrar su mirada, y no le pasó desapercibido su semblante que, aunque amoroso, se veía nostálgico. Silwen no tuvo duda alguna de que debía estar añorando la compañía de Elessar y Gimli, sin duda era algo que lograba verse en sus celestes ojos.

La tomó de la mano, hasta sentarla justo a su lado, donde esperaba que permaneciera eternamente. 

— Gandalf estuvo buscándote. —comentó, inconsciente de lo que aquello conllevaba.

Silwen a penas prestó atención alguna a sus palabras, que escuchaba como un ulular distante, en mitad del desayuno, sus pensamientos tomaron forma en palabras.

— He recordado mis años en las Tierras Imperecederas. 

Legolas se dobló bruscamente, atragantándose con el vino dulce de su copa. Su desconcertado rostro causó una sonrisa genuina en Silwen. Entonces le fue narrado todo cuanto recordaba, hasta el más ínfimo detalle era cuidadosamente memorizado por Legolas, enamorado de la felicidad con la que se expresaba de sus tiempos infantiles. El preciso detalle con el que expresaba hasta el color primaveral de las flores, el dorado sol sobre los lagos y las colinas, era tan gratificante como observarlo allí mismo. En mitad de sus recuerdos, Silwen tuvo que cerciorarse de no contar demasiado sobre Manwë y sus acciones, sobre la plateada flor de Telperion que había contenido la oscuridad de Morgoth todo cuanto pudo. Era difícil ocultar tantos secretos a quien más amaba, mas era por ello mismo, por lo que le era imposible apagar su inocente esperanza con la cruel verdad.

✓ DAMA DE PLATA ⎯⎯  ʟᴇɢᴏʟᴀꜱDonde viven las historias. Descúbrelo ahora