La luz del Sol comenzó a hacerse más tenue cuando Silwen alcanzó a ver en la distancia, la majestuosidad de la Ciudad Blanca.
—Es hermosa. —murmuró para si misma, aún así Éomer a su lado alcanzó a oírla.
—La visión de los elfos siempre me deja asombrado. —rio el hombre incapaz de atisbar lo que la vanyar llegaba a ver en el horizonte— Impresiona mucho más desde cerca, te lo aseguro. —Silwen le dedicó una tímida sonrisa. Se sentía una inocente niña pequeña ante el imponente paisaje. Claramente Mordor no fue un claro ejemplo de belleza en su juventud.
— Detente Éomer. —pidió en un susurro cuando percibió un errático movimiento en la lejanía. El hombre alzó su brazo, frenando al resto de su guardia.
— ¿Qué ocurre Silwen?
La elfa se alzó de pie sobre el caballo, manteniendo un perfecto equilibrio a lomos del animal. Agudizó su vista en el horizonte. Algo estaba perturbando el paisaje, pero no alcanzaba a verlo, no aún. Entendió todo cuando a su izquierda, a varias millas, encontró a un grupo de no más de una docena de hombres. Pero aquello no era lo que le provocaba esos escalofríos en su espalda, y aquel grupo en la lejanía, pareció percibir lo mismo que la elfa. Fue entonces cuando un enjambre de orcos surgió desde el oeste, la gran mayoría montados sobre gigantescos huargos.
— Orcos, al oeste. —dijo horrorizada, pues eran demasiados para aquel pequeño grupo. Pero no tuvo tiempo de avisar a Éomer, quien al ver el rostro desencajado de la elfa, supo al instante que había alguien en peligro— ¡Éomer! —chilló al ver como galopaba frenético hacia la inminente batalla. Gruñó con molestia, el hombre era un completo temerario.
Cabalgó lo más rápido que su corcel logró alcanzar. Los jinetes rohirrim habían arrollado a la hueste de orcos, pero algunos aún seguían en sus monturas. Silwen bajó de un salto de su caballo, a diferencia de los rohirrim y su rey, ella peleaba mejor en tierra. Desenvainó su opaca espada y cargó contra el primer orco que se le puso por delante. Unas runas grabadas sobre la hoja, brillaron intensamente ante la ferocidad con la que batallaba la elfa. Uno, dos, tres tajos fueron necesarios para derribar aquella bestia. Buscó entre el caos a Éomer, pero los cuerpos de las alimañas le hicieron imposible encontrar a su amigo. Un nuevo grupo de hombres atacó desde el sur, por lo que dedujo que provenían de Minas Tirith. Sus músculos se agarrotaron tras la décima embestida contra otro de los orcos. Un corte en horizontal dio muerte al fin a la insistente bestia, salpicando su desagradable sangre en su rostro. Tan solo quedaba uno de los huargos, pero este aún mantenía su jinete en el lomo. El orco, al presenciar la matanza de aquella encapuchada en sus filas, embistió con las fauces de su montura abiertas hacia ella. Silwen fintó a un costado, esquivando milagrosamente los dientes del huargo. Su mandíbula se hincó en el aire provocando un molesto chirrido. El huargo se deslizó quedando de nuevo frente a ella, arremetiendo por segunda vez. La vanyar afianzó sus pies en el suelo, viendo como poco a poco, ambas alimañas se aproximaban. Sus dos manos se aferraron con más fuerza a la empuñadura y cerró sus ojos confiando ciegamente en el movimiento del aire. El intenso fuego que emanaba de las runas, se avivó mostrando con nitidez sus palabras escritas en Lengua Negra. Silwen se centró en escuchar los ensordecedores latidos del animal y el berrido producido por su jinete preso de la ira. Sintió el calor que emanaba su pelaje y sus dientes chirriar desesperados por clavarse en la pálida carne de la elfa. El aire escapó de sus labios entreabiertos, y finalmente la brisa acarició su sereno rostro. Con los ojos aún cerrados, supo que aquel era su momento. Dio un paso a su costado, esquivando de manera habilidosa las fauces de la bestia. Alzó su espada y cortó el aire a su izquierda en un firme tajo. El huargo fue decapitado en un instante y su jinete impactó contra el suelo cayendo a pocos metros. Al abrir sus ojos tuvo ante ella al infame orco y antes de que este pudiera alzarse para oponer resistencia, clavó la punta de su espada en su pecho dándole muerte. El último de los enemigos cayó producto de una certera flecha que pasó cerca del rostro del Silwen, pero esta ni se inmutó ante aquello. Decenas de cuerpos orcos se dispersaban por el pasto, tiñendo la tierra de la negrura de su sangre. Su corazón se desbocó cuando junto a ella, vio el cuerpo inerte de un elfo. Era el primer elfo que veía, restando a su hermano y la imagen frente a ella no podía ser más grotesca. Su vello se erizó y lágrimas corrieron por sus blancas mejillas ante tal desoladora escena. Una herida en el abdomen del guerrero borboteaba sangre sin control y su piel empalidecía a cada instante. Corrió con desesperación hasta caer de rodillas junto al desconocido elfo. ¿Era así como debía conocer a un igual de su raza? ¿Su primera visión debía ser producto de una muerte? Se negó ante aquella injusta idea. De manera apresurada, se deshizo de sus guantes lanzándolos a un costado de la sangrienta batalla. Colocó ambas manos en el abdomen del elfo, quien la miró de reojo con las pocas fuerzas que le restaban.
ESTÁS LEYENDO
✓ DAMA DE PLATA ⎯⎯ ʟᴇɢᴏʟᴀꜱ
Fiksi Penggemar𝗹𝗲𝗴𝗼𝗹𝗮𝘀 𝗳𝗮𝗻𝗳𝗶𝗰𝘁𝗶𝗼𝗻 [terminada en 2023] Silwen era la última de su linaje sobre la Tierra Media. Desconocedora de su pasado y tras la caída de Sauron, emprende un viaje hacia Ithilien en busca de aquella paz que tanto ansiaba. Pero c...